Pudiesen no ser el centro de atención, pero el que la familia de la quinceñaera luzca bien sigue siendo un tema de relevancia para una festividad así; y para la hermana de la festejada, debía seguir siendo prioridad mostrarse ella misma también como la delicada flor que era.
—¡Jones, Pon huevos la puta madre! —gritó Rocío en el campo de juego, dando ordenes para que la jugadora de su equipo le pudiera seguir el paso.
Claro, eso era más fácil decir que hacer; en el equipo femenil de fútbol del barrio, las Valkirias de Lakewood parecía haber una sola jugadora, y esa era la menor de las hijas de la familia Sepúlveda. Corría por todo el campo, bajaba para defender, y después aceleraba con toda la voluntad y energía de su ser para organizar y dirigir el ataque. Y si estaban dando lucha contra la escuadra rival, era porque ella casi se ponía a sus compañeras al hombro.
Desde las gradas, Romina animaba a Rocío, tal como si se tratase de algún jugador de fútbol cuando formaba parte del club de animación del colegio. Gritaba su nombre, alzaba las manos en el aire, y en general, todo lo que pudiera para hacerle entender que a pesar de la nula presencia paternal ahí, alguien se interesaba en verla entregarlo todo en el césped.
Alguien tenía que.
—¡Estoy libre! —Rocío exclamó, ocupando una posición cerca del área chica—. ¡Tira el centro perra! ¡TIRA EL JODIDO CENTRO!
Alex Cassidy, una de sus compañeras, no tardó en enviar la pelota a la zona, esperando que su capitana pudiera alzarse con la suficiente fuerza para alcanzarla. Y es que, a pesar de su corta altura, al momento de buscar el balón para un remate, era casi como si saltara sobre un trampolín. De hecho, el ser baja le garantizaba tomar por sorpresa a sus oponentes.
Roció alcanzó a ganarle la posición a la guarda-meta rival, cabeceó el esférico, y este se dirigió hacía la porteria.
—¡Oh, qué mala suerte! —exclamó la locutora—. ¡El cabezazo de Sepúlveda pega en el travesaño y sale del campo!
—¡Carajo! —Rocío, en el suelo tras su esfuerzo, jadeando, exclamó al ver sus esfuerzos quedarse por poco a nada del convertir el gol del triunfo.
La arbitro silvó.
—¡Eso es todo amigos! —la locutora anunció el final del juego—. ¡Empate 2 a 2 entre las Valkirias de Lakewood, y las Amazonas de Hopewell!
Rocío casi deseó azotar con sus puños la grama bajo su cuerpo, pero ya había sido advertida por su entrenadora que debía controlar su temperamento. Y aunque la victoria siempre es preferible, al menos el marcador las dejaba con vida en miras a su último encuentro, esperando poder clasificar a las regionales de fútbol femenil juvenil.
—Lo hiciste bien —Romina indicó a su hermana, una vez habiendo salido de las duchas anexas al centro deportivo.
—Lo pude hacer mejor —se quejó Rocío.
—No puedes hacerlo todo tú.
—¿¡Pues es que qué más puedo hacer!? ¡Mis compañeras son unas muertas!
—¿Qué dijiste? —Alex, saliendo de las duchas, con su maleta de ropa en manos, preguntó.
—¡Ya me oíste Cassidy! ¡O al menos eso pareces! ¡Las vivas al menos mueven las piernas!
Rocío no iba a dejar que algo como el compañerismo se interpusiera en el placer malsano de ventilar frustraciones a gritos.
—No deberías ser tan dura con ellas —Romina le murmuró, al tiempo que ambas hermanas se dirigían hacía la calle.
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Mis XV Están En Hebreo
Teen FictionElliot ha estado infatuado por Romina, y no puede evitar la emoción al saber que ella lo invitará a su fiesta de XV años, y decide aprovechar para confesar lo que siente por ella. El problema es que Romina no lo invitó, sino Rocío: su hermana menor...