Capítulo III: Marmalade Goy

352 56 61
                                    


En muchos otros hogares, la hora de la cena familiar era un momento sagrado y solemne para convivir con los que están unidos en ti en sangre e intercambiar experiencias de lo vivido a lo largo del día.

Ese no era el caso del hogar Finegold, y eso se notaba desde el momento de la recepción.

—¡Ay, pensé que eras mi pizza! —Elliot reclamó tras abrir la puerta y descubrir que se trataba de su hermana, Danielle.

—No estoy de humor hermanito.

—¿No estás de humor para una pizza?

—Para eso, ¡siempre! —comentó ingresando al hogar y cerrando la puerta tras de sí—, pero me refiero a, tener que lidiar con el hecho que me confundas con el repartidor de comida.

—¡Es qué tengo hambre!

—¡Y otra cosa! ¿De dónde sacaste dinero? ¿Ya empezaste a gastarte lo que los tíos te han estado enviando?

—Tan pronto como me llegó el deposito —Elliot dijo tras tomar asiento en el sillón de la sala, con la televisión encendida más como ruido de fondo que como fuente de entretenimiento.

—¿La pediste del restaurante de tu amigo el coreano ese?

—No, esta vez es de hecho de un buen lugar.

—¡Qué bueno, por qué de hecho muero de hambre! —Danielle exclamó, tirando su maleta de costado y dejándose caer ella misma en el sofá.

—¿Puedo asumir que no fue el día perfecto?

—Filosóficamente no creo que ni siquiera los días buenos cuenten como días perfectos, pero fue más molesto que infartante. ¡Te lo juro! ¡Los escritores de hoy no saben distinguir la manera correcta de los tiempos gramaticales! —comentaría Danielle... o bueno, comentó (tengo que revisar bien eso...)

—¿Entonces no hay esperanza para que en la editorial acepten los fanfics de Noah?

—Los he leído: créeme, hasta ÉL tiene más oportunidades que los manuscritos que nos han enviado.

—¿Incluyendo lo de...?

—¡Ay, tiene una fijación anal! ¿Quién no?

Elliot arqueó una ceja.

—¡Digo...! ¡¿Q-quién no tiene una fijación... en general?!—Danielle intentó corregir.

—A riesgo de sonar como el personaje "sassy" de una sitcom de los 90: eso fue demasiada información.

—Cambiando de tema...

—Porque debes tener prisa para dejar de tocar el tema de tus fijaciones.

—¡Cállate! ¡Qué debes tomar más en serio las cosas! ¡Hablé con el rabino Rothschild!

De inmediato, Elliot sintió un nudo en la garganta.

—¿Qué te ha dicho?

—Qué roncas cuando duermes.

—Uy, qué bueno que es un rabino y no un cura católico, porque el que sepa qué ruidos hago al dormir se hubiera visto muy sospechoso fuera de contexto.

—Chistes sobre como los curas son pedófilos: sólo llegas como veinte años tarde.

—Yo no existía hace veinte años —Elliot se quejó—, para mí son nuevos.

—En todo caso, no me cambies el tema, que él no está muy contento con tu entusiasmo.

—¿Es mi culpa el hecho que las tradiciones ancestrales de mi pueblo y mi fe no puedan competir con, literalmente, casi cualquier cosa?

Mis XV Están En HebreoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora