EPÍLOGO

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—Dime por favor que esto no se hará viral —Elliot escribió esa noche, recostado en su cama, respondiendo en su celular a los mensajes de Rocío, tras haber subido las fotos de su día en la convención.

—Quizá, pero no te creas tan especial: yo conozco el circuito de convenciones, y eso del drag es más común de lo que crees—la chica contestó, también desde la comodidad de su respectivo dormitorio.

  —¿Entonces, quizá esa Viuda Negra no era...?

—Quizá era un VIUDO negro. 

Elliot se encogió de hombros y agitó su cabeza.

—Igual, fue divertido —contestó—. No espero repetirlo pronto, pero una vez no mata a nadie.

—Lo fue.

—Y... ¿estoy... perdonado?

—Sí Elliot —Rocío río—. Lo estás.

—¿Y...?

—Es todo, me tengo que ir a dormir, ¡adiós! —la muchacha se apresuró a escribir.

Rocío terminó con la comunicación, y posó su teléfono encima de la mesa a un costado de su cama; ya era muy tarde en la noche. De hecho le sorprendió que se hubiera quedado despierta hasta tales horas sólo conversando con alguien que tanto le había molestado apenas unos días atrás.

Casi se arrepintió de soltar su celular; lo vio por unos momentos, sentía que los dedos le quemaban, que todavía tenía algo pendiente que decir.

Pero al final, ganó el cansancio. O quizá la dignidad.

—Bueno —se dijo, tras acomodarse entre las colchas —. A dormir...

Mis XV Están En HebreoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora