Capítulo VI: Trajes Bien Cerrados

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Los fines de semana eran el único momento en que una mujer trabajadora y sobre-estresada como Danielle podía aprovechar para dormir hasta tarde y recuperar algo del sueño que su labor siempre le robaba en la semana laboral. Era la única manera en que su mente podía hallar reposo, y estar lista para afrontar el caos editorial el lunes siguiente. De no tener esas mañanas, hace tiempo que hubiera hecho una representación de Columbine con sus compañeros de oficina.

Ese sábado, sin embargo, la historia fue otra: no habían dado ni las seis, la iluminación pública seguía encendida en aquellas calles, y no se divisaba alma caminante alguna fuera de algún oficial del orden, y ella ya estaba de pie y consciente.

Se preparó un café; si estaba ya despierta, al menos podía beber su droga legal en lo que el estatus legal de otra todavía se discute.

En la barra de la cocina, yacía una taza mal hecha de un viejo proyecto de artesanía de sus días en el pre-escolar.

—Ya estaba grande para deletrear bien "mamá" —pensó—. ¿Cómo arruinas una palabra con solo cuatro letras, dos sílabas y un fonema repetido?

Era uno de esos objetos que habían ocupado un espacio por tanto tiempo que ya ni siquiera se es consciente de su presencia. ¿Por qué ese día fue diferente? En parte, por ser consciente de otro objeto de aquellos que se fundían con el ambiente.

Una foto en el muro de su ceremonia de Bat Mizvah: cuando pasó, ante los ojos de su comunidad, a ser una mujer responsable de sus actos, y estando tan cerca la de su hermano menor, ¿cómo no podría relacionarse?

Con café humeante en mano, se acercó a observarla con mayor atención.

—Nada de tetas, todas las espinillas —se dijo, antes de dar un trago más a su bebida—. Todas las desgracias de la pubertad, y ninguna de las ventajas.

Su peinado tampoco ayudaba, con sus greñas sin cuerpo alguno que parecían más dignas de un disfraz de Halloween, y unos lentes gruesos con menos estilo e interés por la estética que un muro en blanco.

Y así lucía arreglada y presentable frente a la congregación del templo.

Siempre sostuvo que, aunque su vida estaba lejos de ser perfecta, jamás desearía regresar en el tiempo para revivir su juventud; no fue algo agradable, y a pesar de todo, sentía que era mejor persona, y se encontraba en un lugar nada despreciable. Que aquellos que opinaban así, que esos años de adolescencia eran "los mejores momentos de su vida", estaban haciendo algo muy mal, o que habían arruinado las suyas de un modo que quizá ya fuese irreparable.

Pero uno puede despreciar lo desagradable, y admitir que tenía sus pequeñas cosas buenas, como una comida rancia seguida de un postre delicioso.

—Al menos estaban —murmuró.

Entonces, escuchó una alarma en su teléfono; este yacía en la barra de la cocina. Regresó, tomó el dispositivo y buscó de qué trataba.

—Oh, tienes que estar bromeando —se dijo al notar de inmediato que justo había recibido un mensaje del trabajo.

Y aunque el fin de semana por ley se suponía que era suyo, Danielle determinó que tampoco era un buen momento para quedar mal frente a sus superiores. La economía tampoco lucía muy bien, aunque claro, ¿cuándo luce bien una economía?

—Mejor me encargo de esto —suspiró tras revisarlo por segunda vez.

En su caminar nervioso, no se percato que Elliot también se había levantado, y chocó con el muchacho a medio dormir.

Mis XV Están En HebreoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora