Entre más pasaba tiempo, y más se enredaba en cuestiones de su fiesta, Romina más cuestionaba y pensaba en otras posibilidades.
Para empezar, lamentaba la mala suerte de no poseer opciones; ese verano, aquel en el que cumpliría quince años, coincidió con uno en el que prácticamente todas sus amigas del colegio salieron de vacaciones fuera de la ciudad, y en algunos casos, hasta fuera del país.
Y aunque Instagram ofrece una visión distorsionada de la realidad, es muy difícil esquivar ese malestar mezcla de envidia y ligero auto-desprecio.
—Aquí en las islas griegas —Romina leyó en la pantalla de su celular la última publicación de Bridgette O'Maley, compañera de clases, y la líder de la escuadra de animadoras de la cuál formaba parte.
En muchos sentidos ella era justa la imagen de la perfección: cabello rubio, ojos celestes, un cuerpo perfecto con una piel besada por los rayos del Sol que le daban un aspecto saludable y vigoroso. De verdad parecía una modelo, una estrella en potencia que se destacaba de tantas otras chicas bonitas presumiendo vacaciones en playas exóticas mientras usaban bañadores y quizá publicando una frase pseudo-intelectual o motivacional que en realidad no motivaba a alma alguna.
Ella y Romina iban a la misma iglesia, la de San Ignacio de Loyola, a pocas calles de su hogar. Si ella era de ser sincera, no era gran devota, y Bridgette tampoco en realidad, pero veían los servicios dominicales más por su función social que por la espiritual, algo que en realidad, muchos otros que se consideran creyentes hacen también en un nivel inconsciente.
—El Padre Kelly grita mucho —recordó decirle a la rubia al final de una misa, mientras las dos, en sus mejores vestidos de iglesia, esperaban en la reja del recinto que sus padres terminasen de conversar —, debe de modular mejor su voz con el micrófono, ¡casi me deja sorda!
—Hasta cierto punto lo entiendo linda —Bridgette replicó—, después de todo, no debe ser fácil hablar para tantos.
Respetaba eso; en todo caso, no es como si ambas no pudieran comprender una situación similar: bailar, gritar y alentar en medio del caos de un juego de fútbol, tratando de que la coreografía salga sin errores y frente a aficionados que en ocasiones pueden ser hostiles. Eran experiencias similares, si bien en una medida reducida.
Y algunas experiencias trascienden religiones y culturales.
—¿Qué piensas de él, Romy? —Bridgette preguntó a su amiga, un tanto inmersa en sus propios pensamientos.
—¿Qué cosa? ¿De quién?
—Él —la rubia señaló con su mirada a un chico al otro lado de la calle, justo en frente de otro recinto religioso, uno ortodoxo.
Se trataba de Maksim Seleznev; lo conocían. Él había formado parte del equipo de fútbol por un tiempo, pero se salió para su último año en Lakewood. Más de una animadora lo extrañaba en él.
—Nunca lo había visto por aquí —Romina preguntó.
—Yo nunca dejaría de verlo si tal decisión dependiera de mí —Bridgette anunció, con manos acariciando las rejas de la iglesia.
Estaban acostumbradas a su presencia atuendos casuales para ir a la escuela o en ropa deportiva para las prácticas. Atestiguar cómo lucía de traje y corbata no era usual, ni siquiera para los bailes o promociones dado que no se dejaba ver en ellas mucho. Él era en realidad, un chico muy reservado. No tímido, pues no le temblaba la mano para liderar el equipo en los momentos en que fuese necesario, sino mas bien en el estilo de alguien fuerte y callado. Alguien tan seguro, que ni siquiera debía perder el tiempo anunciando lo admirado que era, simplemente se trataba de eso.
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Mis XV Están En Hebreo
Teen FictionElliot ha estado infatuado por Romina, y no puede evitar la emoción al saber que ella lo invitará a su fiesta de XV años, y decide aprovechar para confesar lo que siente por ella. El problema es que Romina no lo invitó, sino Rocío: su hermana menor...