Capítulo XVII: Loca, Ciega, Muy Taruga

172 25 45
                                    


Romina pudo sin problema alguno dominar la coreografía más que nada por dos razones: como parte de las animadoras, el poder aprender una rutina de danza no representaba obstáculo alguno. Si podía permanecer en la cima de una pirámide mientras gritaba porras a un equipo que no sudaba en la cancha ni la mitad de lo que ellas lo hacían en una práctica, una quinceañera sería poca cosa.

La otra, era porque había ensayado tantas veces, que si escuchaba Thinking Out Loud por enésima, saltaría por la ventana más cercana. Y no es como si odiara la canción —todo lo contrario—, pero incluso si tu comida favorita es la pizza, para el catorceavo día consecutivo uno desearía ganas de frijoles con tortillas duras con tal de variarle.

Otro desafío, no obstante, era el hacerlo con una máscara; pero claro, ella había elegido el tema, así que por esa complicación sólo podía culparse a sí misma. Aunque su tesis, su razón para escoger algo así, parecía funcionar.

—De verdad se siente una más segura cuando no ven tu rostro —pensó en medio de la coreografía, dejando claro que quizá la líder de las porristas y el pequeño hebreo miembro de cero clubes tenían algo en común después de todo.

—¿No es hermosa? —Elliot, desde su rincón, indicó—. Tan graciosa, tan delicada, tan...

—Pues esa columna está bien diseñada y todo pero hablas de ella como si te la quisieras echar al plato —Noah señaló.

—¿Qué?

—¿Por qué no admites que no puedes ver bien con eso, Eli?

—Es parte del encanto. ¿El pavorreal necesita todas esas plumas? ¿Snoop Dog necesita tanto bling?

—Al menos ellos pueden ver a quién se quieren coger.

—Es sólo cuestión de actuar mi parte por esta noche: no olvides, el espectáculo debe continuar.

—¿Sabes? Así se llamaba una canción de Queen.

—¿En serio? ¿Y qué tal?

—Fue una de las últimas antes que Freddy Mercury muriera por el SIDA, por lo que no sé si sea el mejor consejo a seguir.

—Casi pareces culparlo.

—Nunca lo haría —Noah indicó, justo antes de que su teléfono sonara—. ¿Me permites un momento?

—Atascate.

A pocos pasos de ahí, alguien miraba a Elliot con la misma devoción que Elliot miró una columna pensando que se trataba de Romina.

—Te has cargado el equipo a los hombros —Rocío pensó—. Pasaste con 100 perfecto como cuatro materias... después de que las dejaste en segundas en primer lugar, ¡pero el caso es que pudiste con eso! ¡Ganaste un concurso de karaoke cantando el tema de Digimon en japonés original! ¡Puedes con esto!

Pero no pudo. A pocos metros, le dio un ataque de pánico, y desvió su caminar hacía la puerta del tocador.

—¡Carajo! ¿¡Cómo puede ser tan putamente difícil!? —gritó frente a un espejo, con ambas manos colocadas sobre los extremos del lavabo.

A pesar de lo que se quería decir, era un reto como ningún otro que hubiera enfrentado. Lo hacía peor que por esos momentos, no podía contar con Romina.

Y quizá, dado que después de la fiesta y de las vacaciones de verano, ella volvería con su grupo de amigas recién paseadas por Europa y/o el Caribe, puede que podría volver a tenerla a su lado como la había tenido los días pasados.

Mis XV Están En HebreoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora