CAPÍTULO DIEZ

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No creo que no entendieran que el que escuchó la conversación de Azul fui yo, podía notarse a miles de kilómetros. En ese momento todavía no entendía por completo a lo que se refería, pero faltaban pocas horas para que comprendiera el verdadero significado de haber escuchado esa conversación. Pero bueno, que ya empecé a adelantar cosas y eso no me gusta; así que sigo la historia desde donde la dejó Azul: el almuerzo. Había tardado un poco más en llegar porque había tenido que ir hasta Shakespeare a buscar mi almuerzo, así que entré más tarde al comedor. Escuché "Matías" en la conversación de la que participaba Azul y bueno, no pude evitarlo.

En cuanto Azul se levantó y se fue, corrí hasta donde estaba Marcos y me senté a su lado.

—¿De qué me perdí? —pregunté mientras abría la bolsa de papel y sacaba mi sándwich.

—Los chicos creen que le das a Valdéz —se burló Marcos.

—Chicos, Valdéz es como mi hermana —contesté, riendo.

—¿Entonces no te molesta que chape con ella hoy en lo de Marqui? —Todas las miradas volaron a mí, porque mi sonrisa se había borrado en cuanto Santiago Escudero habló.

—A ver, no te cebes(1), que no te dejaría chaparte a Cami ni aunque tuviera nuestra edad. Igual no depende de mí, ella sola te va a sacar cagando; no te preocupes. Brisa está muerta por un británico al que conoció en el verano —le expliqué.

—No soy británico, pero le finjo el acento y problema arreglado. —Santiago me guiñó un ojo (a lo que gruñí), y se levantó de la mesa sin agarrar su bandeja. Sus papás viajaban mucho y, como tenían mucha plata, preferían pagar el comedor a que enseñarle a su hijo a ser independiente y hacer fideos de paquete. Bufé y, en cuanto terminé mi sándwich, agarré su bandeja y la dejé en el carrito cerca de la cocina donde él debía haberla puesto.

A ver, acá va a parecer que inventé esta parte para quedar bien con los lectores, pero la verdad es que siempre hago eso. Una vez salí del comedor cuando no quedaba casi nadie y vi cómo nadie levantaba sus bandejas y las dejaban tiradas como si nada importara. Las chicas de limpieza iban agarrándolas una por una, lo que las hacía tardar el triple de tiempo para limpiar todo el comedor y, por ende, teniendo que trabajar más sin paga para que no quedara todo desastroso. Me pareció una falta de respeto, claramente. Todos lo empezaron a ver y ahora casi nadie las dejaba, salvo los que están subidos en el poni como Santiago Escudero.

Me voy a seguir desviando con esto porque va a generar quilombo en el futuro, cuando me comporte de la manera que soy y quede como un hipócrita por llamar egocéntrico a Santiago Escudero. Yo no soy egocéntrico, por más que pueda llegar a hacerlos pensar eso en el futuro. Soy engreído. Sé cuándo hago algo bien, y me doy gloria por mis victorias, sí. Sin embargo, no me creo el ombligo del mundo. No creo que la gente tenga que hacer todo por mí (aunque eso no me detiene de cobrar muchísimos favores siempre que tengo la oportunidad). Tengo rasgos de decencia humana a pesar de mis múltiples defectos. Eso no me redime de que, en el futuro, pueda llegar a ser un engreído como no los hay o que de vez en cuando no le preste atención a la gente a mi alrededor. Probablemente Azul ya les dio algún ejemplo.

Ahora sí, volvamos a la historia.

Después del almuerzo el resto del día fue normal (obviando las tres horas seguidas de inglés en las que casi me quedo dormido, claro). En cuanto tocó el timbre, qué sorpresa, corrí hasta el primario intentando esquivar a Watson Rojas (por fortuna, con éxito). Cami y yo caminamos hasta casa tan rápido como pudimos (porque así como yo tenía una fiesta, Cami iba a uno de esos bailes de cumpleaños que teníamos en primer año. Já, qué momentos) y nos sentamos a merendar con Cata, que iba a ir con Lie a una fiesta universitaria. Mi mamá iba a volver tarde, en parte porque no quería bancarse la música de la casa de Marcos y en parte porque había comprado entradas para ver a Francisco Malván, un violinista que le encantaba y daba una función especial con la primera voz del Colón (además, era altamente probable que se quedara a dormir en capital, tomando en cuenta que ella sabe que hay fiesta en lo de los Mendoza). Era por eso que la casa era un descontrol y una pelea sin sentido sobre quién se duchaba primero, quién usaba el secador de pelo antes y quién se llevaba el cargador portátil (la primera la gané yo, la segunda Cata y Cami la última). A las ocho ya tenía el pelo seco y rizado como siempre y ya había decidido qué ponerme: la sudadera Abercrombie negra, una remera polo roja, un jean azul y unas Vans rojas. Me vestí, agarré mi celular y me lavé los dientes. No me olvidé de chorearle a mi hermana Cata un paquete de chicles, dado que sabía que tenía mínimo tres paquetes en la cartera. ¿Qué? En su defensa, Lie y ella toman bastante y después vuelven en auto. Es chicle tras chicle o que les confisquen el auto. Y bueno, yo estaba yendo a una fiesta en la casa de Marcos Mendoza. La cosa era propensa a descontrolarse, en especial si había mucho alcohol de por medio.

Sí, iba a haber alcohol; más que una fiesta era un pre. Había en las fiestas desde hace mínimo un año, tal vez más. Ponías ciento cincuenta pesos tomaras o no (era la condición para entrar, y casi todos pagaban por adelantado por si acaso) y la barra era completamente variada y libre. Vodka, Campari, Fernet, cerveza, bebidas energéticas... Lo que quisieras. Y teniendo en cuenta que la fiesta era en lo de Marcos, mínimo iban a haber trescientas personas; porque Marcos invitaba a todos los de tercero y cuarto en Aitana a la fiesta. Yo no supe cómo hasta unas semanas después, pero Atenea subía a su cuenta información sobre la fiesta para que todos lo vieran y él lo decía en su propia cuenta (@MarcosMendoza_), en la que posta que tenía como 900 seguidores. Sus fiestas eran esperadas por casi todo mundo, y hacía una cada un mes y medio aproximadamente, siempre aprovechando el fin de semana en el que sus papás se iban de viaje y lo dejaban solo porque "era independiente y podía cuidarse a sí mismo." Claro, cómo no.

No me gustaba ser puntual cuando a llegar a fiestas uno se refería, fue por eso que llegué media hora tarde a la fiesta a pesar de vivir al lado. A Cami ya la había pasado a buscar una amiga suya hacía como una hora y media, así que solo tuve que despedirme de Cata. Dejé una llave debajo de la alfombra (sí, ya sé; re típico) y fui hasta la casa de al lado, acercándome poco a poco al epicentro de la música fuerte.

Uy, esa fiesta iba a ser entretenida.Ya presentía que se iba a armar alto bardo, solo rezaba porque no fuesepartícipe de éste. Se ve que el de arriba no escuchó mis plegarias.



(1)Cebarse: pasarse.


¡Hola! Perdón por haber desaparecido últimamente, ¡pero ya estoy de vuelta! Y mejor que nunca

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¡Hola! Perdón por haber desaparecido últimamente, ¡pero ya estoy de vuelta! Y mejor que nunca... Les tengo una sorpresa, pero se van a enterar de qué es dentro de un ratito. Mientras tanto, ¡cuéntenme qué les pareció el capítulo! ¿Qué acá hay foreshadows importantes de Fénix Oscuro? No voy a negarlo. ¿Que Santiago Escudero es un imbécil? Ya saben la respuesta. ¿Que cuánto falta para que Watson mate a Matías a base de puñetazos? Muy poco.

Solo quiero darles un consejo antes de leer el siguiente capítulo: prepárense mentalmente para una fiesta llena de pendejos borrachos que toman malas decisiones, porque se van a romper mandíbulas y celulares. Es todo lo que voy a decir. ¡Hasta dentro de un rato, que su sorpresa es que hay maratón!


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