Yo ya conocía a Brisa Valdéz.
Era una comensal regular en Shakespeare, y cuando había poca gente me sentaba con ella y charlábamos. Era muy optimista y amable, tenía unos ojos que brillaban con sonrisas y un atractivo fuera de lo ordinario con aquel misterioso mechón rojo en medio de su cabellera rubia. Era una chica divertida, graciosa y sabía un poco de todo lo que le preguntaras. Había leído a Shakespeare (el escritor, no me refiero al café; aunque su padre había sido un comensal diario del local según mi tío, y ella lo había acompañado la mitad de las veces siempre con un libro bajo el brazo. Según Pedro, ambos se sentaban en la mesa que Brisa siempre elegía, pedían un café y una chocolatada junto a algunos de los trabajos de repostería de Carmen, la cocinera principal, y se sentaban cada uno con un libro por horas en aquella mesa. El pueblo quedó devastado al escuchar de su muerte, dado que él siempre había sido amable y generoso con todos acá. Solo me lo crucé una vez, pero comprobé lo que todo mundo decía de él, aunque no es hora de entrar en detalles sobre mis experiencias) desde los seis años, hablaba con fluidez cinco idiomas y tenía una habilidad increíble para la danza clásica. Me la había cruzado también en un par de fiestas ese año (aunque ya me la iba a empezar a encontrar mucho más después, y dejar de encontrármela de repente), pero nunca me había enterado de que ella tuviera algo con Matías, siendo Atenea mi única fuente aparte de las malas lenguas que me contaba Wat; se ve que Atenea no se enteraba de todo al fin y al cabo.
Ya conocen por Matías el dicho que se repitió en mi mente en ese momento y por unas cuantas horas: "de lo oído nada debe ser creído y de lo visto la mitad." Por más que me pareciera que Matías y Brisa podían ser una gran pareja o que podían llegar a asemejar tener mucha química, no iba a suponer que estaban juntos. En el desayuno ya podría preguntarle a Matías y el asunto se zanjaría. Tan simple como eso.
Fue por eso que no entendí por qué la pregunta salió como si estuviera escupiendo vinagre la mañana siguiente.
—¿Así que tenés algo con Brisa Valdéz, eh? —La pregunta pudo haber sido decente, el problema fue el tono. Sonó... Negativo, como si estuviese enojada por ello. Claro está, Matías no lo notó.
—Atenea es insoportable. Brisa es mi mejor amiga desde que tengo memoria. Salimos a comer todos los jueves desde que se mudó, pero como nunca fuimos el foco de atención de los rumores, nunca habían sacado una foto. Pero bueno, si ese es el precio por estar con vos, no me importa pagarlo. —Acá se me pusieron los cachetes rojos, así que agarré el termo que Matías me había dado y tomé un poco. ¿Qué? En mi defensa, eso había sido tan adorable y lindo que me hubiera puesto igual hasta si me lo decía el pato de la esquina.
—Tenemos un problema —le comenté unos diez minutos después mirando a una cabellera color miel que caminaba en dirección al colegio.
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De escritores y cafés
Teen FictionAzul necesitaba escribir una nueva novela, pero algunas circunstancias la habían llevado a padecer un bloqueo de escritor. La solución a éste pareció caída del cielo, aunque lo correcto sería decir que cayó a causa de uno de los peores rumores del A...