Saltamos en el tiempo hasta que terminaron las clases. Watson y yo no quedábamos desde hacía como dos días, así que lo obligué a acompañarme a mi casa. No es que él protestara, de todos modos.
—Entonces, ¿cuál es nuestra agenda de hoy? —preguntó él.
—Pedro quedó con un amigo suyo para que lo lleve a una fiesta de no sé qué, así que no tenemos que preocuparnos por él. Fran hoy tiene función, así que ni él ni mi mamá van a estar. Tomi se queda con mi tío Pedro. No, no tenemos parámetros de tiempo de mi parte. Solo que espero llegar cuarenta minutos tarde a lo de Marcos.
—Mi hermana tiene que pasar a buscar a su amiga Cata porque van a irse de joda, así que ella es nuestro chofer. Ella nos pasa a buscar por lo de Marcos, así que recemos porque no se cebe con el chupi(1) porque nos vamos a quedar varados.
—Esperemos que no —lo secundé.
—¿Preferís agarrar ropa para ducharte y cambiarte en mi casa? —me ofreció. Negué con una sonrisa, agradecida por su oferta.
—Tal vez la próxima, me gusta que el pelo se me seque naturalmente; gracias igual. Sí que prefiero cambiarme en tu casa igual, así que prometo no tardar mucho. Mientras, prendé la Play de Pepo si querés, y podés chorearte comida. —Saqué la llave de mi mochila cuando estábamos cerca de casa, abrí la puerta y empujé a Wat dentro.
—Podía entrar solo, gracias por la consideración —comentó, sarcástico. Reí, tiré mi mochila en la entrada y corrí escaleras arriba.
—¡Veinte minutos, lo juro! —grité.
Agarré dos toallas y me metí al baño. Diez minutos después, salí con una toalla rodeándome el cuerpo y otra el pelo y me deslicé hasta mi cuarto. Me puse ropa deportiva (unas calzas que usaba en mis clases de baile los martes, una remera cualquiera, sudadera azul y zapatillas Nike) y guardé en mi mochila para salir unos jeans de tiro alto, un top blanco y mi buzo color vino Abercrombie. Metí en una bolsa mis Adidas blancas y negras y un par de soquetes antes de ir a buscar mis maquillajes y cepillo de pelo al baño para tirarlos ahí también. Agarré el cargador del celu, mi billetera (porque de colgada no le di la plata a Marcos o Matías, que eran los que juntaban) y mis ítems extra de aseo personal antes de cerrar la puerta y bajar las escaleras.
—Diecinueve minutos —comentó Wat mientras apagaba la Play.
—No podía elegir entre el top azul y el blanco —me excusé, metiendo mi celular en la mochila.
—¿Elegiste el blanco, no? Combinaría con las Adidas —agregó como si nada. Antes de que lo pregunten en los comentarios, Watson no es gay. Su problema es que entre su hermana y yo, el pobre Watson no tuvo oportunidad de no aprender sobre combinar ropa. Nos declaramos culpables.
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De escritores y cafés
Подростковая литератураAzul necesitaba escribir una nueva novela, pero algunas circunstancias la habían llevado a padecer un bloqueo de escritor. La solución a éste pareció caída del cielo, aunque lo correcto sería decir que cayó a causa de uno de los peores rumores del A...