Había intentado por horas, pero Pedro nunca estuvo dispuesto a decirme quién era la tal Cami. Solo me dijo que mañana iba a ir a su casa y que lo tenía que ir a buscar, a lo que no me negué. Era de esperarse, ¡yo quería conocer a la chica misteriosa! No había forma de que no fuera a buscar a Pedro.
En cuanto acepté a buscarlo, Pedro salió de mi cuarto y yo agarré mi teléfono. Posteaba fotos una vez a la semana, normalmente fotos que me sacaba Watson (¿qué? El chico tenía habilidades con la cámara) o alguna Selfie en nuestros sábados de películas (en las que, cómo no, salíamos Wat y yo). Eso sí, me gustaba mirar las fotos que subían mis amigos, likearlas y comentarlas. Y bueno, también me interesaban los rumores de Atenea. Estaba segura de que, por toda esa semana, estaba salvada; ya habían subido un rumor mío, y mi vida no era tan interesante como para que hubiera un segundo chisme mío circulando. Y bueno, por eso no me esperaba otra foto.
No me di cuenta que era yo la de la foto al principio. Ni siquiera había reconocido a Matías al escanearla la primera vez. Supuse que eran unos chicos de último año, que claramente eran de nuestro colegio por el uniforme. Caí cuando miré la guitarra, que estaba al revés. Y claro, cuando me di cuenta de que estaba etiquetada (¿está mal mirar lo nuevo antes de las notificaciones? Igual tenía que empezar a chequearlas antes). La peor parte no era que hubieran subido otra foto mía, eso era lo de menos. El verdadero problema era uno: Watson estaba etiquetado. Y yo había mandado a Watson a una misión imposible y estúpida... Y ahora parece que fue para poder estar con Matías a solas. Me golpeé la frente y cerré los ojos en cuanto mi celular vibró, asumiendo que era Watson. Abrí uno para chequear y, en cuanto vi que era Matías, suspiré aliviada; aunque con un solo pensamiento en mente:
—Watson va a matarte.
El resto de la conversación fue bastante normal: Matías se quejó de que Atenea no respetaba su privacidad y que se sentía acosado, y yo sabía que la fama no era algo que él amara; lo había notado cuando se calló en cuanto todos lo miraron esa mañana, cuando le llamaron la atención por no concentrarse mientras todos rumoreaban sobre él y cuando se puso nervioso ante mi halago. Era de esperarse que estuviese indignado, por lo que traté de hacer que se olvidara de eso contándole por qué Watson iba a matarme con él. Se ve que funcionó, pero que estaba muerto del sueño; algo que era de esperarse. No había dormido casi la noche anterior, y ni cien cafés iban a poder mantenerlo despierto mucho más.
Escuché un portazo y el resonar de unos tacos en la planta baja, dos elementos claves que aseguraban la siguiente afirmación: llegó mamá. Bajé, le di un beso en el cachete y fui hasta la cocina para tender la mesa. Diez minutos después, ya estábamos los cuatro sentados (Tomi para esta hora ya está dormido) y listos para comer.
—¿Cómo estuvo su día? —preguntó mamá.
—¡Bien! Mi amiga Cami me invitó a ir a su casa, ¿puedo ir? Tatu me busca. —Mamá me miró con desconfianza pero fue mirar la cara emocionada de mi hermano y asentir.
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De escritores y cafés
Teen FictionAzul necesitaba escribir una nueva novela, pero algunas circunstancias la habían llevado a padecer un bloqueo de escritor. La solución a éste pareció caída del cielo, aunque lo correcto sería decir que cayó a causa de uno de los peores rumores del A...