Narra Vera
Estábamos todos en la habitación que compartía con Sammy.
-Hey, ¿por qué no vamos a la piscina?- preguntó Gilinsky.
Nadie quería ir y como me dio pena, le dije que sí. Me fui a poner el bañador y él el suyo. Habíamos quedado en su puerta.
Como tardaba, le toqué la puerta y él me gritó que pasara, que estaba abierta.
Él estaba en el baño, así que yo me senté en una cama.
-¿Te falta mucho?
-No, ya salgo ahora.
-¿Cómo es posible que sea yo más rápida que tú?- me acosté completamente en la cama y miré al techo.
-Ya estoy.
-Ahora estoy muy cómoda aquí.- dije y de repente sentí su cuerpo a mi lado.
-Es que mi cama es la más cómoda del hotel.
-Es más cómoda que la mía.- giré mi cabeza hacia un lado y nuestras caras quedaron muy juntas. Lo miré a los ojos y sonreí.
-¿Qué pasa?
-Me acabo de acordar de una cosa.
-¿De qué?
-De cuando éramos unos niños y decidimos robar una llave de una suite matrimonial y nos acostamos por primera vez. Acabamos justo en esta posición.
-No éramos unos niños, teníamos 16 años.
-Y hemos cambiado muchísimo. Ahora tú tienes aspecto de hombre, no de niño.
-Y tú de mujer, pero ya lo tenías entonces.
-No, no, no. Ese cuerpo era de una niña, aún no me había desarrollado lo suficiente.
-Pues tú cuerpo era precioso.
-¿Y no lo sigue siendo?- me miró a los ojos fijamente y acarició mi mejilla.
-Sí, lo sigue siendo.- rocé mi nariz con la suya y me levanté.
-¿Vamos a la piscina?- él asintió y se levantó. No pude evitar fijarme en su cuerpo. Aparté la vista rápidamente y salimos de la habitación en silencio.Ya en cama, recordé una vez más lo que le había contado a mis amigas horas antes. No pude evitar sonreír al pensar en él.