Capítulo 36

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MATT 

Ya felices y contentos el uno con el otro, fuimos a explorar Washington. Era una ciudad muy bella e interesante, y no podíamos con nuestra emoción cuando fuimos a la Casa Blanca. Meses atrás había planeado nuestra visita para el tour, había esperado este día desde que mandé mi solicitud.

— Espero no encontrarme con Donald Trump — susurró Cora —. Es lo más horrible de Estados Unidos.

— Ni se te ocurra decir eso en voz alta.

— Solamente estoy diciendo que voy en contra de la naranja esa — comenzamos a reír y seguimos caminando con el resto de los turistas.

El tour duraba entre 30 y 40 minutos, aun quedaban 15 minutos, Cora y yo ya nos moríamos de hambre.

— Quiero seguir con el tour pero tengo hambre ¿acaso no hay un descanso? Me duelen también los pies — se quejó Cora.

— Hay muchas personas que quieren su tour, tienen que hacer todo rápido.

— Pues yo iré a buscar algo de comer — dijo Cora para después irse corriendo.

— ¡Cora! — exclamé. Miré a los turistas que seguían cómo si nada, con cuidado de que no me miraran me alejé de ellos para buscar a Cora.

Minutos después de buscarla, no la encontraba, y ya me había adentrado a un pasillo que no venía incluida en el tour. Habían algunos guardias, tenía que moverme sigilosamente. Al final del pasillo, pude ver a Cora asomándose a una puerta, me acerqué por detrás.

— ¿Qué rayos haces?

— Creo que la esposa de Donald el pato naranja se encuentra aquí — susurró ella como respuesta.

— Déjame ver — me asomé y pude ver a una mujer muy parecida a aquella que llaman la esposa de Donald Trump en las noticias, leyendo tranquilamente un libro —. Realmente es ella ¿pero no debería tener más seguridad?

— Puede que los haya asustado — volteé mi mirada hacia Cora —. ¿Qué? Quería observar sin problemas, solamente inventé una falsa alarma y ya — cuando estaba apunto de reclamar, unos guardias nos gritaron.

— ¡Oigan, fuera de aquí! — gritaron mientras se acercaban a nosotros.

— Sólo buscábamos un baño ¡ya nos vamos! — tomé a Cora de la mano y nos fuimos corriendo. 

Después de correr y correr, Cora y yo salimos de la Casa Blanca con la respiración agitada y las piernas aun más cansadas de lo que ya estaban.

— Cuando volvamos a la universidad, seremos los más rápidos del campus — dijo Cora.

— Sí, lo más seguro es que hayamos bajado de peso con todo lo que hemos corrido.

— Al menos no nos atraparon, milagro, y tengo una foto de la señora Trump.

— ¿Enserio? — Cora asintió con la cabeza y me enseñó la foto —. Increíble.

— Bueno, ahora ¿vamos a comer? — rodé los ojos y Cora rio —. ¿Qué? No pude encontrar nada de comer, mi estómago lo pide.

— Está bien, vamos.

El resto de la tarde comimos y fuimos a pasear por la ciudad (pedimos transporte porque claramente ya no podíamos con nuestras piernas). Regresamos al hotel de noche listos para dormir, y a la mañana siguiente nos preparamos para nuestro siguiente destino, Virginia.

Pero para ese entonces, se podría decir que éramos famosos. 


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