Canté del Caos y la eterna Noche,
Amaestrado por la Musa celeste
A aventurarme hacia el descenso opaco,
Y de nuevo a ascender
Era un día normal en una persona normal no nos vamos a engañar, el verano ya le sabía a momentos fugaces e incluso distantes. Aún recordaba los largos paseos por la playa bajo la atenta mirada de la luna, paseando hacia lo infinito e indescruptibe. La fascinaba la capacidad con la que fácilmente se dejaba evadir... nada tenía importancia en aquellos momentos, solo estaba el sonido intermitente de las olas al chocar y el olor a aguamarina que dejaba filtar para una vez aspirarlo y no dejarlo ir. Intentaba recordar vagamente cual fue la última vez que se dedicó tiempo a sí misma y después de asimilarlo durante varios minutos cayó en la cuenta de que aún no lo había hecho. Intentó rebobinar en el tiempo para parar finalmente en uno de los recuerdos que jamás olvidaría: Siempre recordaría aquella imponente puesta de sol la cual hasta el más despistado robaría unos cuantos minutos para contemplarla, se rendiría ante aquel juego de colores implacables capaz de ser envidiado incluso por el astro más importante de la Tierra. Una vez Albert Einstein pensó el porqué de aquellos colores difuminados esparcidos en aquella bóveda azul interminable, y sin hallar ninguna descripción gráfica ante semejante armonía llego una simple conclusión humana : "Vemos la luz del atardecer anaranjada y violeta porque llega demasiado cansada de luchar contra el espacio tiempo". Ni siquiera su más grandiosa teoría hubiera acertado de aquella manera. Al contemplarla todo en ella se dejó seducir ante semejante danza de colores, ella sabia que por imperfecto y desairoso que pareciera; no habría poniente tan bello capaz de poder serlo aún más que ese. La apenó la idea de tener semejantes maravillas delante de una raza humana como aquella, efímera y sin ningún rastro de fascinación o curiosidad. La contemplo durante un tiempo indefinido sin darse cuenta que desde abajo una mirada peculiar reclamaba su atención.
No sabría explicar que estaba mirando exactamente; si a aquella antigua torre que aumentaba en belleza desmesuradamente ante el paso de los años o a la chica que se encontraba en su interior con aquella mirada verde capaz de contener si se lo proponía, hasta el más bello de los atardeceres.
Pasó todo el tiempo que pudo absorta en el atardecer de aquella alta torre, también en el chico hay que decirlo...
Jamás volvió a verlo; tanto al chico como a aquel atardecer.
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Lo que jamás llegue a decirte.
Short Story¿De verdad necesitas una introducción para adentrarte aquí? No lo creo. Espero que no seas de esas personas que vaya a juzgar un libro por su tapa o como en mi caso, por su lamentable descripción. Se crítico, aprende a juzgar sin preámbulo alguno, t...