Capitulo 2

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Estrellas, ocultad vuestro fuego.

No permitáis que que ninguna luz vea

Mis oscuros y profundos deseos.(Shakespeare)

Son las dos y catorce minutos de la mañana. Mi situación es esta:

No puedo dormir... corrección; no me deja dormir. Mi subconsciente ahora mismo se encuentra bloqueado por un intenso sentimiento de acojonamiento importante. Es como necesidad de algo y miedo, pero se inclina más hacia la primero. Ojalá pudiera excusarme ante semejante ignorancia o simplemente no poder hallar la razón por la que mi parte sensorial reacciona así, si hubiera sido ese el caso por lo menos no tendría a nadie a quien culpar.

Pero lo cierto es que losé al contrario que tú seguramente, sé sentir, reconocer al menos ese sentimiento de soledad, aferramiento, dolor, necesidad, abrumamiento, desesperación, amor...Sólo sucede a veces, cuando ese sentimiento de frustación y vacío desaparece, se esfuma mágicamente, ¿sabrías explicarme qué es la magia? Yo sí, la magia se caracteriza por hacer desaparecer una serie de cosas mediante un sinfín de alucinaciones que el ojo humano es incapaz de ver o de procesar. A veces haces eso; consigues que mis sentimientos oscuros se disuelvan, bailen a tu alrededor durante pongamos, varias fracciones de segundos y se acompasen con los tuyos. Lástima, luego terminas levantando la capa que los resguardaba frágiles e intocables y los sacas a la luz, haciéndolos visibles; vulnerables a cambio de unas monedas sin valor alguno...Mierda, se me había olvidado que era un truco.

Los sentimientos son algo tan ingenuo, inocente...puro. No llega siquiera a los límites de lo difícil; tan solo es ingenuo. Son como los juegos de un crío:

Te lo pasas bien hasta que el castillo de arena se desploma con la subida de la marea, sin poder darle ningún tipo de explicación, no le diste tiempo a aferrarse a algo, como todo los demás termino derrumbándose ante semejantes embestidas, sin opción alguna. O cuando te columpias tan alto, que te propones llegar hasta el cielo, indagas en lo hostil jamás habitado y una vez que lo haces te acuerdas de que estás volando y para poder llegar al suelo de nuevo tendrás que frenar en seco para no perder el equilibrio, caerte. Claro que después de todo esto te acordarás de la advertencia de tu madre, esa de la que una vez te burlaste o te lo tomaste como insulto para luego culpar al columpio por subir tan alto o al castillo por aguantar tanto.

Es una putada puesto que no es siquiera amor, tan solo encaprichamiento. Intentas aferrarte a algo casi imposible de tocar. Es como la lotería, roza lo imposible la simple casualidad de que todos los números que tienes sean merecedores de un premio tan grande con el poder de cambiarte la suerte o quién sabe, la vida incluso. Sabes desobra aunque no quieras, que las personas de tu alrededor son más propensas a que les toque pero tú sigues intentándolo, perdiendo un poquito la cabeza porque cualquier victoria no se consigue sin ninguna derrota y allá que vas. Pero más tarde te das cuenta de que alomejor, una vez recapacitada semejante osadía, las bolas que no paran de rodar en una cápsula se han puesto de acuerdo para que no te toque, al igual que esa persona no ve su recompensa tan grande. No da el valor suficiente ni las ganas porque hay personas mil veces más cautivadoras que tú, o ve razones más importantes por las que luchar por ellas y no por ti. O si ambos se atraen, al final uno de los dos acaba terminando la partida, para jugar otra con otro contrincante.

Es escalofriante la manera en la que si se va con otra, me hunde.

Tranquilo, que el amor propio no me lo quita nadie

Ni siquiera tú.



Lo que jamás llegue a decirte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora