8

107 7 2
                                    

— ¿Cuando es el entierro? — sé que es un tema sensible y muy reciente, pero necesito saberlo, necesito despedirme.

— Ha sido esta tarde. Sólo ella y yo. — me quedo de piedra al escucharlo, sin saber cómo reaccionar. Por un lado me molesta no haber podido ir, por otra siento pena por Harry, por tener que pasar por esto sólo. — No había nadie más. A ella la querían, Jules, y estaba sola. — sé en lo que está pensando, y lo odio, no merece sentirse así, creer que nadie lo quiere.

— Ven, vamos. — me levanto y camino hacia la puerta. Harry me mira desde el suelo, confuso. Con la cabeza le hago un gesto para que se de prisa y finalmente se levanta y camina junto a mí. — No hagas ruido. — Abro ligeramente la puerta para asegurarme de que no hay nadie cuando siento la mano de Harry en mi cuerpo. Con la otra vuelve a cerrar la puerta.

— Jules, cuándo salga de esta habitación, saldré yo sólo. — me quedó inmóvil observando la pared, escuchándolo atentamente, cada palabra. — Necesitaba verte una última vez, necesitaba estar contigo antes de irme.

— ¿Irte? — su mano abandona mi cuerpo en el momento que me dispongo a darme la vuelta. — ¿Irte a dónde?

— Es mejor que no lo sepas. Cuanto menos sepas, cuanto más lejos, estarás mejor. — me río debido a la frustración, sintiendo cómo mis ojos se llenan de lágrimas. — Pronto te olvidarás de mí, te acostumbrarás. — le doy un bofetón tan rápido cómo la última sílaba abandona su boca.

— Vienes aquí después de meses desaparecido, borracho y suplicando que te perdone, que te odias a ti mismo y culpándote por la muerte de tu madre. Me obligas a contarte cómo me sentí cuando me abandonaste, cuando te perdí. ¿Todo eso para que? ¿Para limpiar tu conciencia y poder irte cómo si nunca nada hubiera pasado? Pues no, Harry, eso no va a pasar. Si te quieres ir, adelante, lárgate, pero no creas que te perdonaré, nada de lo que me has hecho merece que te perdone. Lo único que debería sentir por ti es odio, cómo todos los demás. Mentí al decirte que no estás sólo, que le importas a la gente. No le importas a nadie, ni le importarás. Estás hecho para estar sólo, tu padre fue el primero en darse cuenta y ahora tu madre. Eres un miserable, manipulador, egoísta, hijo de p... — su mano rodea mi cuello con fuerza y me empuja contra la pared.

Me mira fijamente a los ojos con tanto odio que siento como tan solo con su mirada me rompo en pedazos. Su rostro es prácticamente indescriptible, está furioso, lleno de rabia, una rabia que nunca antes había sentido, cómo si todos sus malos recuerdos y sentimientos se unificaran y su corazón hubiese dejado de latir. Su mano se aferra con más fuerza a mi cuello mientras me observa esperando sentir el dolor que está causando en mí. Pero no lo conseguirá, pues no pienso permitir que me afecte. Seré tan fría, vacía y sin sentimientos cómo él. No puede hacerme daño, porque no voy a dejar que me siga importando.

Nunca supe el odio que una mirada podía irradiar hasta ahora, hasta que nos enfrentamos de verdad. Su agresividad y rabia llegan de nuevo a mi cuello en busca de una reacción, una lágrima, un quejido, un entrecorte en la respiración. Pero nada de eso ocurre, permanezco en la misma posición, mirándolo a los ojos. El no está dispuesto a rendirse, y yo tampoco. El paso eterno del tiempo lo vuelve más furioso y sus pensamientos lo transforman en su peor yo. Sé que intenta alejarse de ellos con todas sus fuerzas, pues lleva luchando contra si mismo toda la vida, pero nunca lo consigue. Cierra los ojos con fuerza y con la misma aprieta su mano en mi cuello y la levanta llegado casi a elevarme. Es entonces cuando mis ojos se vuelven brillantes debido a su fuerza, con mis manos agarro las suyas y en ese mismo momento me suelta haciéndome perder ligeramente el equilibrio.

Hold On To MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora