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HARRY

— No hacías esto desde que eras pequeño. — habla melancólica mientras me abraza y  acacia mi pelo. — Esperabas en la puerta con tu peluche de la mano hasta que me daba cuenta. Entonces te sonreía y se acurrucabas a mi lado, te tapabas hasta la cabeza y te apoyabas en mi. Casi siempre venías temblando y nunca decías ni una sola palabra, lo único que yo podía hacer era abrazarte hasta que te tranquilizabas y te quedabas dormido. — destapa mi cabeza y me observa. No tardo en volver a cubrirme de nuevo. — Exactamente igual que ahora. — intenta mantener el ánimo a pesar de saber que algo no va bien, que tan sólo puede esperar lo peor. — Me alegra saber que en el fondo sigues siendo ese niño. Ojalá lo dejaras ver más a menudo.

— Ya no soy un niño, mamá. Nunca lo fui. — me arrepiento de mis palabras en muchos sentidos, no sólo por el daño que le han causado a mi madre, sino por dejarle ver lo débil que estoy.

— Claro que si. Y lo sigues siendo, Harry, aunque no lo dejes ver, pero sigue siendo parte de ti. Esa alegría que irradiabas, tenías tantas ganas de aprender, de disfrutar. Eras un niño feliz, siempre jugando, ayudando, sonriendo, haciendo sonreír a los demás. Te encantaba decir te quiero, y lo hacías de verdad. Y eso, Harry, nunca se va. — destapo mi cabeza y la miro. No puedo decirle que no sé querer, que eso que ella cree que conservo, se ha desvanecido hace tiempo.

— Todo se va. — me siento en la cama mirando al frente, apoyo los codos en las rodillas y me cubro la cara con las manos. Suspiro y deslizo los dedos por mi pelo. — Y no hay nada que hacer.

— Siempre hay algo. — sonríe compasiva. Odio la compasión. Me agarra la mano en silencio, analizándome. Está alerta, esperando el momento en el que mande todo a la mierda y me vaya sin decir palabra. Tiene miedo, y duele.

— Mañana estarás en casa. — la miro, sus ojos brillantes se llenan de lágrimas. Aprieto su mano. — Nuestra casa.

Nos quedamos en silencio durante largos segundos hasta que ya no puedo más, no soporto verla así, no soporto que esté enferma, preocupándose por mí, no soporto lo que me pasa ni lo que hice. Estoy pendiente de un hilo, y cuando caiga, no quiero que ella lo vea. Me levanto, suspiro, me pongo la chaqueta y me acerco a ella. Beso su cabeza y le coloco bien el pañuelo que la cubre. Cojo mi casco y me dirijo a la puerta.

— Harry. — me giro al escucharla. — No te rindas con ella.

La miro evitando mostrar lo que de verdad siento, ocultándole mis emociones. Continuo caminando hasta alcanzar la puerta, necesito irme cuanto antes o todo se desmoronará. Me pondré a llorar, a gritar, a pelear. Pondré el mundo patas arriba, haciendo que todo el mundo vea el infierno en el que realmente vivimos. Coloco la mano en el manillar, cierro los ojos antes de empujarlo y abro la puerta. Suspiro antes de salir, perdido en mis propios pensamientos.

— Me gustaría verla antes de irnos... — cierro la puerta de un portazo interrumpiendo su frase, no quiero oírlo, no puedo.

Odio pensar que se haya dado cuenta, odio que sepa lo que significa para mí a pesar de no haber hablado nunca de ella. No quería emocionarla, darle esperanzas. No quería que la conociera, que creyera que puede hacerme feliz. No quería que se enterara de todo lo que hice, de lo que le hice. No quería que viera lo mala persona que soy, nunca quise, a pesar de que esa parte de mí me controla, me domina. Con la mirada fija en el frente y el ceño fruncido, me apuro a llegar a la puerta mientras me pongo el casco. Subo a la moto y acelero.

Hold On To MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora