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Ya han pasado más de quince días desde que el caos se desató. Días en los que he sido incapaz de dejar de llorar durante más de tres minutos, pero tiempo suficiente para planear mi rendición. No lo intentaré más, no pensaré en ello, no huiré. Me quedaré aquí y cumpliré con aquello que esperan de mi. Recojo mi pelo mojado en un moño, me pongo ropa cómoda y recorro la mansión en silencio hasta llegar a la puerta principal. Entonces me pongo a caminar, dando largos paseos por el enorme recinto que nos rodea, observando una y otra vez la verja que cambió mi vida al verlo saltar. Aparto la vista y dejo mi mente en blanco, cruzo los brazos y cojo aire. Dejo que el frío de la noche me invada, observo el cielo y el ruido. Suelto un suspiro, me siento mejor. Yo sola.

Camino durante largos minutos hasta que mi mente y cuerpo me obligan a parar, necesito descansar, asimilar la decisión que he tomado. Me abrazo a mi misma intentando mantener el calor de mi cuerpo mientras camino de vuelta a la mansión. Nada más entrar, Louis aparece frente a mí. Está furioso, mirándome fijamente con el ceño fruncido y los puños cerrados. Estoy preparada para escucharlo gritar, pero no para que me afecte, ya no. Cierro la puerta a mis espaldas, me acerco a él, coloco mi mano en su rostro y le doy un pequeño beso en la mejilla antes de seguir mi camino hasta la habitación. Me he acostumbrado a jugar con él de esa manera, evitando así sus rabietas. Louis se queda inmóvil durante unos segundos antes de empezar a caminar a mis espaldas.

Me detengo al final de las escaleras y me giro para verlo. Cuando sube el ultimo escalón, estiro mi mano hacia él esperando que la coja, una vez lo hace, lo guío hasta su habitación, nuestra habitación. Suelto su mano al entrar y camino hasta el baño, me miro fríamente en el espejo, limpio mi cara y me quito la ropa. Salgo del baño ante la atenta mirada de Louis y de nuevo me dirijo a él. Coloco mis manos en sus hombros y tirando de ellos, le quito la chaqueta. La coloco en una esquina de la cama y a continuación me ocupo de los botones de su camisa. Uno a uno los desabotono y en silencio, con mis manos rozando su piel, la deslizo por sus brazos. Con cuidado y concentrada en mis movimientos, me la pongo.

Miro a Louis a los ojos brevemente antes de darme la vuelta y meterme en la cama. Con la mirada, señalo el espacio vacío que hay a mi lado, pidiéndole que lo ocupe, y cómo me imaginaba, no tarda en hacerlo. Todo ocurre en silencio y con cierta complicidad. Él está confuso y yo no creo ser del todo consciente de las decisiones que estoy tomando, y por el momento, quiero que siga siendo así, no quiero perderme en mis pensamientos, recordarlo a él y todo lo que ha pasado. Estas ultimas horas han sido devastadoras. Con Louis tumbado a mi lado en la cama, me acerco lo suficiente a él para que pueda rodearme con su brazo y simplemente me dejo caer en un profundo sueño.

El cielo empieza a clarear, las nubes aparecen y la luna se esconde para dejar paso al sol. Se escucha el viento silbar y las hojas de los arboles chocándose entre si. Me muevo lentamente, adormilada, y me doy la vuelta para encarar a Louis, pero no está. Suspiro profundamente, intentando descifrar mis emociones, las mismas que me mantienen atrapada en un abismo profundo y solitario. Paso mis manos por mi rostro intentando deshacerme de la angustia que me oprime, suspiro y me levanto. Camino lentamente hasta la puerta. Bajo las escaleras y recorro la mansión con tranquilidad, observando y haciéndome a la idea de que estas serán las paredes que me vean envejecer. Empiezo a sentirme agobiada, encerrada, las paredes se me echan encima y casi no puedo respirar.

Me estoy ahogando y con lágrimas en los ojos, mi corazón late tan rápido que casi ni lo siento. Doy un paso atrás, me agacho todavía buscando aire. Algo toca mi espalda deslizándose de arriba abajo, cuando levanto la mirada puedo ver a Ava a mi lado intentando tranquilizarme. Me pide que me calme que me concentre en la respiración, que no pasa nada. Sin poder pronunciar palabra asiento vagamente con la cabeza e intento apoyarme contra la pared, coloco mi cabeza a la altura de mis rodillas y, finalmente, respiro. Respiro cómo si nunca huera podido hacerlo, cómo si todo este tiempo, toda mi vida, hubiese estado aguantando la respiración. Me tomo unos segundos extra antes de erguirme de nuevo.

Hold On To MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora