Cap. XVIII. La Aparición de Sekai

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Las nubes empezaban a cubrir el paisaje oscureciendo la senda que estaban intentando seguir, los olores nuevamente se hacían muy intensos confundiendo las líneas que querían seguir, esa energía pura aparecía y desaparecía según su voluntad.

-Detente- Dijo segura la ojiblanca apretando ligeramente sus manos, el pelinegro obedeció algo intranquilo. –No quiero ver a los elfos- Revelo al tiempo que Sasuke la colocaba en el suelo.

-Que sucede?... Ellos no se negaran a lo que pidas- Se quejo el pelinegro cruzándose de brazos viendo como la ojiblanca avanzaba unos cuantos pasos como buscando algo, Sasuke notaba algo extraño en la delicada chica, como una esencia diferente, mucho más decidida y despiadada.

-Aquí…- Murmuro luego de unos segundos en silencio, su corazón no estaba preparado para ver en aquellos ojos el odio por haber asesinado a uno de los suyos, un ser que poseía la misma naturaleza que ella.

El pelinegro se limito a gruñir por lo debajo mientras seguía ese frágil cuerpo, sabía que algo andaba mal en ella pero esperaría el momento oportuno para preguntárselo, ahora su prioridad era esconderla, ocultarla de su propia raza.

"Me odiara si le digo que por mi es que se volvió un demonio?... Que no era realmente su destino? Que su medallón y el mío están unidos desde antes que el perdiera su vida humana?" Reflexionaba mientras caminaba ligeramente por un sendero que había empezado a crear mentalmente, aquel bosque había sido uno de sus lugares preferidos en la infancia con su madre, muchas cuevas servían de refugio en aquellos años de inocencia.

No podía mas que limitarse a seguirla, delineaba mentalmente la silueta de la chica mientras avanzaba entre los arboles, esperando encontrar algo; un estruendo ilumino el cielo por unos segundos al tiempo que una corriente de brisa fuerte los golpeaba anunciando que empezaba la tormenta, una tormenta creada por la furia de las sirenas.

-Sasuke…- Gimió la ojiblanca apoyándose contra un árbol justo cuando la brisa golpeo su delicado cuerpo, le era algo difícil caminar por aquel lugar y mas luego de haber utilizado casi todas sus fuerzas en contener ambas energías inestables que paseaban por su cuerpo.

-Hacia dónde vamos Hinata?- Interrogo por fin el pelinegro tomando a la chica por los hombros, la vio negar enérgicamente mientras subía uno de sus brazos, señalando una cueva a unos cuantos pasos de ellos.

-Es la entrada a un templo- Explico mientras se apoyaba en el pecho del chico intentando tomar un poco de aquella fuerza para continuar; un suspiro cansado escapo de los labios del pelinegro al tiempo que tomaba la mano de la ojiblanca y empezaba a caminar hacia el lugar que había indicado.

"Esta muy extraña… Y ese olor a muerte que tiene… Todo su cuerpo huele a sangre" Pensó sintiendo como empezaban a caer las gotas de agua, poco a poco la tormenta estaba dando inicio, presagiando algo que ninguno de los dos lograba entender.

Otra corriente de aire choco contra su cuerpo haciéndola estremecer, odiaba saberse tan débil, su cuerpo estaba totalmente agotado y no podía seguir avanzando, cada parte de su ser ardía insistentemente intentando someterla a un poder que ella no era capaz de controlar.

-Hinata…- Murmuro el pelinegro sintiendo como la mano que sujetaba la de la chica empezaba a cargar más peso, la vio respirando con dificultad, la lluvia la golpeaba de una manera que limpiaba toda la sangre que la manchaba como un ser despiadado.

-Duele… Cargar el peso de una muerte- Revelo abriendo sus perlados ojos, estaban empañados con su sufrimiento interno, nuevamente la elfa aparecía en su mente perturbándola, castigándola por haberla asesinado.

-Vamos…- Dijo roncamente tomándola en brazos y acunándola intentando protegerla de lo que fuera que le estaba causando daño, la lluvia se hizo más intensa justo cuando alcanzaron la entrada de la cueva ligeramente iluminada.

La Maldición de AmarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora