Adiós mochila, adiós

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16 de octubre del año extraviado. El Olvido, Madrid, España.

Querido Enso:

¡Por fin puedo aliviar mí pesada carga! Dejo tu mochila en el camino. Ahora, al andar más ligero, tendré la oportunidad de disfrutar de la belleza del paisaje. No negaré que fue una carga autoimpuesta, la cuál llevé con mezcla de orgullo y preocupación. Preocupación sincera, pues siempre supe que, tras tus duras palabras de odio, se escondía la intensidad de aquellos que llegamos a experimentar juntos. Tampoco negaré lo difícil que me resultó perdernos el uno al otro, cosa que queda patente en que aún escribo pensando en ti. Durante los meses a tu marcha, mi mochila estuvo lastradas por las pesadas piedras del pasado. Recuerdos rocosos llevaban tu esencia de vuelta a mis pensamiento. Tu nombre flotaba en el aire como un perfume denso que permanece intenso durante horas impregnando con su esencia toda la estancia e incluso tu ropa. Y sin embargo, poco a poco, sin darme cuenta, fui capaz de soltar lastre. Más de una vez, durante cual la soledad de mi camino me acuciaba, me di la vuelta y miré hacia atrás con la intención de llamarte. Y más de una vez tuve que resistir es tentación pues hubiera supuesto abrir heridas que nunca quise reabrir.

Con tu recuerdo diluyéndose más lentamente de lo que mi corazón fue capaz de soportar, siempre me mantuve vigilante. Esperando ver desde la lejanía cualquier mínima señal de que aún seguías con vida. Pocas fueron esas señales, pero aún así existieron, llegando a mi conciencia como un bálsamo a mi preocupación. Pero yo sabía que un preciado tesorito como tu no tardaría en ser encontrado. Pronto alguien abriría tu tapa y encontraría dentro de ti el mismo y brillante tesoro que yo encontré, y ese alguien seria afortunado de poder tocar tus monedas de oro con sus manos, cosa que yo jamás pude hacer y siempre lamentaré.
Así que encuentro comprensible las tristeza que escondo, ahora que tu corazón tiene nuevo rey. Pero a pesar de toda la tristeza que pueda sentir, mayor es mi alegría al saber que habías conseguido salir de ese infierno de sangre nacional en el que se había convertido nuestro país. Ahora estoy seguro que serás realmente feliz y, así lo deseo, y que no te encuentras sola en el mundo.

Mi misión terminó. Esta nota que te escribo ahora la redacto más por mi que por ti. Como una despedida, el broche final a una maravillosa caminata juntos a través dela vida. Ahora que abandono nuestra última mochila , ya no quiero, ni debo, ni puedo mirar atrás. En este momento mi única posibilidad es mirar hacia adelante, admirar el bello camino que me espera y esperar que el buen clima me acompañe. Y si el buen clima no acompaña, pues seré yo quien sea el sol de ilumine el camino.

Cartas desde el olvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora