Mar de ilusiones

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Remo y remo, y de tanto remar me siento exhausto. Llega ese momento en que me canso de que me rompas las ilusiones. Me canso, de que hace poco habláramos con entusiasmo y, de pronto, me encuentro con la pared y el silencio. Me duele, al principio me duele el desengaño.

Por un momento te etiqueté como una persona que merecía la pena y, me doy cuenta, de que me equivoqué una vez más. Sin embargo, quiero agradecerte, quiero agradecerte que por un breve instante me ilusionaras, que hicieras que las mariposas de mi mente volvieran a escribir poemas. ¡Qué triste es la vida del humano sin el valor de la esperanza! Quiero agradecerte, también, que el desengaño llegara pronto, que no me dañaras cuando realmente me importases. Ahora, tu marcha es un dolor en el pecho y no un desgarro en el alma.

Aun así, puedes llamarme iluso. Iluso por sorprenderme de las prisas y la superficialidad que abundan detrás de las pantallas, de que los prejuicios sean los dominantes y no nos demos tiempo a conocer a la persona detrás de la primera imagen. Pero yo no le echo la culpa a la tecnología, sino a una sociedad que nos premia por despreciar al diferente, por protegernos en nuestra burbuja y no abrir nuestra mente a nuevos horizontes.

Seré iluso, pero mi barco no se hunde tan fácilmente. Achicaré el agua, sonreiré al cielo, porque aún el sol sigue brillando, y seguiré explorando el mar de la vida, en el que hay tantos tesoros por descubrir.

Cartas desde el olvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora