El ángel demoníaco

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7 de agosto del año extraviado. El Olvido, Jaén, España.

Querido ángel, demonio:

Te quiero, te odio. Te quiero por la luz que desprendes, por tus ojos bellos, por cómo me haces reír a la vez que contigo me siento tranquilo. Te odio por los sentimientos que despiertas en mí. Eres el imán que me atrae y al cual no puedo resistirme.

No sé cómo manejar lo que siento. Mi más intenso deseo es acercarme a ti, física y espiritualmente, quiero seguir descubriéndote cómo eres y conseguir de ti la mirada del que ve a su persona especial. Quiero hacerlo pero no sé cómo, no quiero ir demasiado deprisa, que todo avance de manera natural, pero mi cuerpo me pide que cada momento que cada instante intente acercarme a ti. Y al final, como siempre vuelvo a fallar. Veo como bailabas pegada a otro hombre, siento como una cuchillada en el corazón pues no puedo dejar de ver las intenciones que trae detrás de tanto acercamiento y como tú lo aceptas de buen grado. Me falta el aire y la respiración. Me mareo, quiero irme, irme lejos para no ver más cosas que me causen dolor.

Pero no dejo de pensar lo ridículo que es tener los sentimientos negros que nublan mi alma por alguien a quien aún no conozco bien. No sé qué piensas tu respecto a mí. No sé si conoces la posición elevada que ocupas dentro de mí. Y en base a tanto desconocimiento, que derecho tengo a sentir celos al verte en los brazos de otro hombre, de sentir que te alejan de mi cuando nunca fuiste mía. Y aún peor, cuando siento que en ningún momento me he impuesto como hombre para decir aquí estoy yo. Lo único que hice fue mirar. Puede que sea cobardía, el miedo tan básico como estúpido de exponer los sentimientos ante otras personas. Quizás debí ser más egoísta, agarrarte y no dejarte marchar. Quizás sea eso, mi carácter débil y blando. Quisiera endurecer mi corazón y no dejar que las reinas cambien mis planes, debo regirme yo mismo. Un corazón duro, que no deje permear los rosados sentimientos del amor y convertir mis venas en un helado reino de sangre.

Ahora me arrepiento de no haberme ido antes cuando mi instinto me lo decía. No debí haberme dejado convencer por ti para quedarnos un rato más. Mi confusa cabeza ahora mismo no deja de maquinar teorizando sobre la posibilidad que solo querías quedarte para poder estar un rato más con él.

Y no pude más. Ahora divago sobre esto mientras frías lágrimas brotan en mis ojos. Que penoso ser así. ¿Quizás debería olvidar? ¿Realmente existe algo por lo que luchar o fue otro mundo imaginario creado por mi débil corazón? Realmente no se las respuestas. Solo espero que mis lágrimas de fénix curen mi maltrecho corazón.

Cartas desde el olvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora