Ilógica

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4 de septiembre del año extraviado. El Olvido, España.

Querido Enso:

Me gustan los puentes. Adoro caminar sobre ellos a la vez que escucho el susurro del agua. Meter mis pies en el río y chapotear en el agua tibia mientras siento como fluye sobre mi piel. Lástima que ahora todos los cauces están secos y siento como los peces me muerden los pies. El otro día, a uno de ellos le cayó un rayo de sol. Parece que guardó toda la energía que absorbió, de ahí que lo vea lucir en la claridad de la noche. La parte buena es que ya no le tengo miedo a la oscuridad.

Mi mejor amigo juró vengarse por todo el mal que yo le había hecho. Día tras día hace planes para consumar su desquite. Jornada tras jornada le veo más triste, más desesperado por cada fallo. Lo peor es que siempre tiene éxito en lo que intenta. Cuando ya no aguanté más la situación, fui a contárselo todo a mi archienemigo. No dijo nada. Me agarró, me abrazó y en su rudo hombro mis lágrimas, frías, se secaron.

Me suelo levantar temprano, cuando el sol aún brilla en lo más alto del cielo. Me lavo la cara con la toalla que me regaló el panadero. Antes, cuando me la dio, estaba sucia, y ahora, tras mil usos, se ve limpia. Me pongo la máscara que lleva la sonrisa. Una vez me equivoqué y usé la que contenía lágrimas, por suerte para mí, ese día llovió y el sol eclipsó mi corazón.

En las noches de luna llena me vuelvo humano. Muchos de mis amigos vampiros me consideran una bestia, pero ¿qué culpa tengo yo de no poder controlar mis instintos? Aunque creo que puedo entender sus miradas llenas de miedo. Cada vez que despierto, después de la transformación, solo veo detrás de mí un rastro de contaminación, egoísmo y destrucción. Me desespera y me aterra ser humano. Ya no quiero; ya no quiero dañar más a los que quiero.

Cartas desde el olvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora