Cuando el olvido se vuelve eterno

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20 de agosto del año extraviado. El Olvido, Carabobo, Venezuela.

Hola Olvido:

¿Cómo estás? Espero y deseo que seas feliz. Que sigas conservando la sonrisa que vestías cuando yo te conocí. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que hablamos y, aun así, a diario las memorias que tengo contigo son rescatadas del fondo de mi cerebro. Muchas veces pienso en escribirte, tal y como lo hago ahora, pero sé que no debo. No debo porque no traería nada bueno, ni para ti ni para mí. No debo porque nunca nada será como antes. No debo porque no quiero marchitar tu sonrisa. No debo porque no quiero marchitar la mía. Y finalmente, no debo porque no me siento con la resistencia suficiente para que mi corazón no termine aplastado con el peso de tu nombre.

A pesar de que sé que no debo y de que mi cerebro me dice que no es lo mejor, el corazón traidor te tira una soga desde lo alto de la torre para ayudarte a sortear los muros. Mis ojos, traidores también, captan tus imágenes, perdidas en las nubes, para traerme tu recuerdo al presente. Sin embargo, aún resisto como la fortaleza que, asediada por un gran ejército, ha perdido el control de su muralla, pero cuyo fortín todavía se resiste al invasor; sin dejar amedrentarse por la oscuridad del cielo y el olor a sangre que impregna el suelo.

Y ya para finalizar, pues no quiero alargarme más en palabras que no conduzcan mas que al vacío eterno, solo quiero decirte que, aunque fue doloroso y tus palabras fueron hirientes como dagas envenenadas, no te guardo rencor. Tú me enseñaste la alegría del vivir, el cómo las cosas malas forman parte de la vida, y que esa experiencia te enriquece, ayudándote a comprender las cosas buenas de la vida, aunque sea algo tan banal como un capullo floreciendo en tu ventana. No creas, pues, que yo enarbolo estas palabras como arma blanca al igual que lo hacía Cervantes, sino que más bien pretendo que sean un bálsamo sanador de mis heridas aún sangrantes.

Ahora sí, me despido de ti, Olvido. Deseándote suerte y fortuna. Que cumplas todos aquellos sueños que una vez me contaste. Solo espero que me creas cuando te digo que, para mí, nunca serás Olvido y siempre serás Recuerdo.

Cartas desde el olvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora