Los dos patos de pan

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1 de julio del año extraviado. El Olvido, Riga, Letonia.

Querida Pan: 

Abrieron sus alas y echaron a volar, convirtiéndose el presente en tiempo pasado. Los patitos se acabaron y ahora, tendrás que esperar un decenio hasta poder volver a contar, con un número capicúa, el tiempo que ha pasado desde que tus pulmones se llenaron de aire por primera vez.

Es curioso como la edad nos define como personas, es un referente social que nos limita desde que somos niños. Cuando somos pequeñas e inocentes criaturas y conocemos a un adulto por primera, una de las primeras preguntas que nos plantean es la edad que tenemos.

En nuestro filtro humano la edad limita nuestros conocimientos, nuestras relaciones, nuestras actividades. Cuando se es joven tenemos una gran ansia por crecer mientras que, cuando se es viejo, añoramos nuestros tiernos tiempos donde la primavera de nuestra vida florecía con nuevas experiencias y sentimientos primerizos. Sin embargo en mis ojos, tú, sin importad la edad que tengas, serás por siempre una de esas personas de las que no quiero prescindir en esta vida.

Casi han pasado cinco años desde que empezamos a compartir parte de nuestras realidades. Y es que yo te conocí cuando apenas te habías convertido en adulta. En este camino que hemos vivido juntos hemos pasado por todo tipo de experiencias. Nos descubrimos como personas y comprendimos que nos entendemos como si siempre hubiéramos vivido juntos, como hermanos. Viajamos, no tan lejos como me hubiera gustado, a visitar ríos, castillos, museos y carnavales. Te he visto enamorarte y fuiste mi mejor apoyo cuando perdí mi amor. Hemos visto nuestro mundo resquebrajarse a nuestro alrededor y aun así hemos seguido unidos.

Si me preguntaran cual es el recuerdo más especial que tengo contigo, no sabría elegir entre tantos. La tarta de cumpleaños que lleno de dulce mi vida, literalmente. También está en mi memoria la tarjeta que me hiciste sacarme para que luego nunca la usáramos o las largas conversaciones mañaneras que mantuvimos en alguna excursión, cuando tú y yo éramos los únicos despiertos; o incluso las fiestas de disfraces a las que hemos ido.

Podría llenar hojas y hojas con historias nuestras, suficientes todas ellas para llenar un disco duro, pero no quiero aburrir en la lectura de estas líneas. Sin embargo, no deja de sorprenderme lo importante que te has vuelto para mí; y esto se reflejó de forma clara en el hecho de que no pudieras ir a la lectura de mi tesis afecto de manera terrible a mi estado ánimo. 

La tesis fue, bajo mi propia perspectiva, un punto de inflexión. Un punto tras el cual empecé a buscar mi sitio en este mundo que puede ser tan bello como cruel. Fue el momento que marcó el inicio de una gran evolución interior. Mudar la piel de mi propia consciencia para poder así seguir aumentando de lo que algunos me han oído llamar panpersonalidad. Fue pues, para mí, una de las mayores experiencias que he vivido y me hubiera encantado poder compartirla contigo.

Pero no con esto quiero traernos remordimientos ni tristeza; más bien quiero recalcar lo mucho que te quiero, lo importante que eres para mí. Y ahora que estas lejos, espero que estas líneas, compuestas en esencia por ceros y unos, consigan, a través de los impulsos eléctricos, llegar a tu corazón y sacarte una sonrisa ya que no puedo estrujarte como si fueras migas de pan. Si así fuera, mi regalo estaría completo y de esta manera, aunque solo sea una pequeña parte, sentiría que te estoy devolviendo todo lo que tú me has dado.

Me has regalado tu presencia, tu amistad y tu cariño. Espero con sinceridad que sigamos compartiendo camino y realidad, que los lazos que nos atan soporten el paso del tiempo y que juntos celebremos muchos cumpleaños más.

Cartas desde el olvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora