Capítulo 8 Orgasmo, no orgasmo

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Agosto de 1968

Suprimí lo que acababa de recordar y la miré a los ojos, me quiere, por la forma que me mira sé que me quiere, me repito yo también la quiero, pero intentando visualizar la escena desde fuera, no la miro de la misma forma como ella hace, entonces me recuerdo constantemente, es atractiva, es dulce, es inteligente, enérgica y siempre está ayudando a los demás, sé que es la mujer, la que debí elegir para pasar el resto de mi vida:

– ¿Qué ocurre?

Me pregunta después de un rato mirándola, observándola, le acaricio la mejilla con la yema de los dedos y el contorno de sus labios con mi dedo gordo. La quiero mía, tres meses y aún no había conseguido traspasar la primera barrera, quizás iba siendo hora de intentarlo:

– ¿Confías en mí?

Veo el desconcierto en su semblante, aun así, responde:

– Sí

Sonrío y vuelvo a besarla, esta vez de forma más pausada, busco que se encuentre a gusto y receptiva, poco a poco recorrí su cuerpo con mi mano, somos adultas y a meternos mano a eso hemos llegado. De algo me he dado cuenta o al menos por lo que leí en el diario, Clarke era dada a llevar faldas y vestidos, Ontari solo lo hacía cuando iba a trabajar, el resto prefería usar pantalones ajustados, así que acariciar su pierna daba una sensación de aspereza y falto de contacto, cuando pasé mi mano al muslo interno y se acercó sospechosamente a acariciar su sexo por encima de los pantalones. Reaccionó un poco y me apartó:

– ¿qué haces?

– Ontari– siento mis labios arder de tantos besarnos– te prometo no quitarte la virginidad, solo quiero acariciarte

– Lexa...

Se quiso incorporar, pero no la dejé:

– Doctora, has entrado en mi casa virgen y saldrás virgen.

En mi fuero interno reza para que eso no se alargue por mucho tiempo, tantas duchas frías y que el calentón sin final feliz derivaba a un dolor genital muy feo, acabarán como pelotas de baloncesto de no descargar. Lentamente se dejó llevar después de un rato besándonos, solo intento que se acostumbre a mi tacto, con delicadeza colé mi mano debajo de su blusa y acaricie uno de sus senos por encima de su ropa interior. Soy una masoquista, porque los calores que siento ahí abajo van en aumento. Me gime en la boca y tengo que sacar fuerzas de a saber dónde para no arrancarle la ropa a mordiscos y hacerla mía de forma salvaje. Exijo más y se la subo, bajo mis besos por su torso y manera casi impaciente bajo su sostén, mis calores aumentan y mi cordura se pierde en ese cuerpo sexy:

– Dios mío Ontari

Si, suelo ser muy parlanchina cuando me excito, mientras que con una mano masajeó uno de sus senos, lamo el otro pezón erecto y preparado para recibir las torturas que le puedan aplicar mi boca. Hago la forma de su aureola con la lengua, lo lamo, lo chupo y juego con ello mientras permanece preso en mi boca:

– Lexa

Dijo con voz temblorosa y retorciéndose entre tímidos jadeos, sus piernas se abren y me invitan a acomodarme entre ellas, nuevamente busco sus labios cuando bajo mi mano dominante, quiero que repita nuevamente mi nombre entre más jadeos, de sus labios suena tan sexy. No paro a pedir permiso para desabrochar, sus pantalones, pedir permiso equivalía a que pensara, pensar no es bueno y se estaba dejando llevar, eso sí es bueno. Consigo quitar ese puñetero botón infernal y le beso el cuello antes de deslizarme entre la prenda vaquera. Debo de parecer una desesperada o peor, como un tío que solo que la quiere para eso, pero no considero malo tener deseos hacía ella. Aminoro mis ansias y busco su mirada, nuestros rostros están a escasos centímetros y es cuando procedo a deslizarme entre su ropa interior para sentir su humedad en mis dedos, entre abre los labios y deja escapar un suspiro sonoro mientras alza la cadera, acaricio sus labios mayores y poco a poco me adentro hasta tocar su punto más sensible, curva su espalda y jadea, recojo un poco de su jugo antes de torturarla y friccionar con más insistencia en ese punto que a cada vez se hinchaba más. Jadea, me gime en la boca, se retuerce, mueve la cadera siguiendo el ritmo de mis caricias, me muerde el labio, se tensa y explota acabando por mencionar mi nombre. Desplomada más relajada a la que acostumbro a verla e intentando controlar su respiración agitada. Con una sonrisa lentamente saco la mano y la abrocho el botón, que se mostró menos resistente. Me apoyo de lado y arqueo las cejas un par de veces:

Honor Guerra y Amor 2 (Clexa G!P)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora