Capítulo 4- En líos con la lava

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Era un día sombrío y abrasador. Todavía el impacto de la trágica muerte de Steve se podía notar en mi rostro. No pude dormir en toda la noche. Mis ojos somnolientos apenas percibían la dirección de la carretera. El sol ya estaba en la cima del cielo, siendo abrasado por dos blancas nubes, pero dejando ver su luz. No había nadie en las carreteras, ni en las casas, ni en las plazas. Todo estaba en silencio y se podía sentir el miedo en el aire. Varias casas y edificios estaban destruidos y algunos literalmente se desvanecieron. Había polvo y arena en la atmósfera, haciendo difícil ver y respirar. Lo poco que quedaba era las ruinas de lo que una vez fue una ciudad y los cuerpos sin vida de los que fueron pacíficos ciudadanos. 

En el camino, sonidos de movimiento se escuchaban. Estos provenían de la parte trasera de la camioneta, donde mi pobre hermana descansaba.

-... ¿Dónde...estoy?-preguntó Alia, con una voz media ronca.

-¡Alia!-exclamé con emoción, al mismo tiempo que frenaba la camioneta y esta derrapaba en plena vía en obediencia a mi mandato.

-¿Hermana?-preguntó ella aún somnolienta y confundida.

Al detenerse la camioneta, giré mi cuerpo en dirección a ella, con el fin de que pudiera reconocer mi rostro.

En acto siguiente, Alia abrió sus ojos de forma sorprendida e inmediatamente se levantó de sus asientos y se lanzó hacia mí dándome un abrazo como si nunca lo hubiera hecho y dejando caer todos sus pesares sobre mi hombro.

Continuamos el viaje, haciéndonos preguntas y dando respuestas sobre todo lo que estaba ocurriendo.

                                                                                            ***

Horas después, ya adoloridas de estar sentadas sin poder estirar ni un músculo, decidimos detenernos en una gasolinera un tanto abandonada y casi completamente destruida. 

Nos estacionamos en lo poco que quedaba de tejado para ofrecernos sombra y fresco y bajamos para dar un respiro. Pero cuando levantamos nuestras miradas hacia la ciudad, nos llevamos una gran sorpresa...¡La ciudad estaba en llamas! No sabía cómo explicarlo. Al principio del día todo estaba seco y arenado y toda la ciudad se veía igual hasta ese momento. 

La desesperación y el sufrimiento se sentían en el ambiente.

Luego de contemplar lo que estaba sucediendo, otro acontecimiento llamó a la puerta.

El cielo se tornó rojo llama y cenizas empezaron a dispersarse por los aires. Luego, un olor carbonizado empezó a entrar en nuestras narices y de pronto...el suelo empezó a temblar. Gigantescas fracturas empezaron a aparecer en los suelos, destruyendo y tragando todo lo que estaba en su paso. Grandes geiseres de lava salían brutalmente de aquellas fracturas. Fue cuestión de segundos para que la lava invadiera el resto de tierra seca. Y justamente en ese preciso momento...una cuarta trompea sonó.

De un solo movimiento entramos a la camioneta, sabíamos que aquella trompeta era el símbolo de cáos, y la eché a andar para salir de ahí. La lava se hacía cada vez más rápida, como si tuviera intenciones de atraparnos. Entre más aceleraba, más rápida esta se hacía.

Grandes trozos de roca ceniza empezaron a salir, disparadas con gran fuerza, del suelo. Una de aquellas rocas golpeó la parte trasera de la camioneta, causando un gran descontrol. Inmediatamente, Alia se pasó de un solo salto hacia la parte delantera, gritando y llorando. Con poca experiencia en el volante, trataba de esquivar las rocas que caían con furia de los aires. Pero entre más avanzábamos, más difícil esta tarea se me hacía. Varias de las rocas chocaban contra los vidrios y puertas, dejando rasguños y vidrios rotos alrededor.

La lava no estaba enfriándose. A pesar de que era demasiado densa, su rapidez era indescriptible. Exhausta y con la desesperación hasta el alma, aceleré lo más que pude.

Al pasar de unos minutos de haber acelerado, me percaté que la lava se estaba quedando atrás, causando un extenso alivio, y empecé a manejar con un poco más de tranquilidad. Pero aquel alivio fue en vano porque de la nada...una roca del tamaño de un auto nos golpeó con gran fuerza en uno de los costados, arrojándonos al filo de un barranco. El auto se empezó a balancear. Agarré y empujé a mi hermana hacia afuera atreves de la ventana. Luego, traté de salir yo, pero, por culpa de un error de movimiento, empujé el acelerador. Las ruedas empezaron a girar en la tierra. Supe que era el fin. Cerré mis ojos solo esperando la llegada de mi muerte. Se oye una explosión en lo profundo de aquel barranco. Cuando abro mis ojos, lo que había caído era el auto y yo estaba suspendida en los aires. Miré hacia arriba y vi a mi hermana sosteniéndome con todas las fuerzas.

-¡Ven hermana, yo te ayudo!

Coloqué mi otra mano en el borde y con la ayuda de mi hermana me empujé hacia arriba. Al llegar a tierra, abrasé a mi hermana, al mismo tiempo que le decía gracias, mientras las dos estábamos creando un río de lágrimas.

-¿Y ahora que vamos a hacer?-preguntó

-Caminemos haber si nos encontramos a alguien que nos pueda ayudar.

-Buena idea...

-Buena idea

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El Apocalipsis: El Diario de una AdolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora