Capítulo 9- El Nuevo Incidente

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Pues Steve, después de haber dicho eso, se puso a trabajar toda la tarde.

Calló el frío y oscuro anochecer del desierto. La única fuente de luz era un pequeño farol al costado de la arenosa ruta perdida.

Veía como Steve trabajaba. Cada vez que algo le salía mal, le lanzaba maldiciones al cielo y cuando le salían bien, abrazaba el suelo como si fuera su almohada. Solo podía ver como la máquina estaba dando forma hasta que el sueño me encerró en su presidio.

Durante mi noche de imaginación tuve otro sueño muy singular. Estaba en el bosque, perdida. Estaba gritando algo, pero no se entendían mis palabras. De la nada, detrás de un árbol, apareció un monstruo hecho de tinieblas negras y de ojos de maldad blanca. Se abalanza sobre mí. Y justo antes de que me lograra tocar un solo cabello...algo me rodeó.

Desperté con los miedos en los ojos, la boca llena de arena y mis manos abiertas como platos. Me levanté del polvoriento lecho de desierto. Y frente a mis ojos se encontraba... ¡Una imponente pared de roca!

La pared estaba hecha de pesadas rocas, apiladas una encima de la otra sin ningún tipo de pegamento. Mire cada extremo y parecían no alcanzar un fin. Mis terrores llegaron a tal punto que decidieron escapar por mi boca. Precisamente en ese momento de aquel grito mortal, la muralla se vino abajo. Piedra por piedra caía al suelo sin que nadie la tocase. Después que la vista se despejara, la pared dejó a la luz las caras de terror de Alia y Steve. Pude notar que en un movimiento vulgar de mano, una de las rocas se acercó a mí. Fue donde mi mente empezó a reaccionar. Hice el movimiento de mano, uno tras otro, y con cada uno de ellos la roca en mira se acercaba más y más a mí. Me di cuenta que era una secuela de aquellos sucesos extraños que ya los dábamos por terminados.

¡Ahora tenía poderes de telepatia!

***

Después de otra discusión con Steve sobre aquel extraño incidente, decidimos que no nos causara estragos en la vida y continuáramos con el plan.

-Ya que la máquina esta lista, ahora hay que atraer a Dractos-dijo Steve

-¿Y cómo lo haremos?-pregunté

-Mira...

Steve se agachó al frente de la máquina, puso la esmeralda en su debida posición, luego se paró, camino hacia atrás de ella y segundos después la persa empieza a emitir una radiante luz esmeralda que viajaba derecho hasta el profundo fin desconocido del desierto.

Después de unos pocos minutos de tensión, a lo lejos se escuchan los refunfuños de algo colosal...que se acerca.... y de los primeros retumbos... de una sexta trompeta. 

 

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El Apocalipsis: El Diario de una AdolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora