Capítulo 10- La Gran Batalla

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Una sombra aparece de entre las nubes, ahuyentando casi todos los rayos del sol. Se detiene, dando segundos de tensión a la ocasión. Luego, todo comienza.

Un pie descomunal sale del cielo, partiendo toda barrera de nube y estremeciendo a la tierra con su energética pisada. Después bajó el otro, causando la misma increíble conmoción. Ya de estar bien acomodado, dejó mostrar el resto de su cuerpo. Su talle estaba desaseado, pero era musculoso y estaba protegido con grandes ramas de metal que corrían por todo su ser. En su pecho, se hallaba su descobijado corazón, semi-oculto atrás de una voluminosa saleta, latiendo con energía de sobra con cada movimiento brusco y aquella celda estaba rodeada por ocho ágiles tentáculos.

Sacudiendo la tierra con movimientos bruscos, asomó el rostro causante de guerra. Tenía dos ovalados ojos de color rosa galaxia, una boca carnosa cubierta de repugnantes líquidos, una nariz plana y pálida y cabeza alopecia siendo atacada por una larga cicatriz rósea que terminaba atrás de su nuca. Y una voz poderosa y profunda.

-Nos volvemos a encontrar 2.4. Desde que tu padre me desterró en las profundidades del volcán Herminoc, no te he vuelto a ver. Recuerdo el día que eso sucedió. Tú estabas ahí, tan débil e indefenso, viendo morir a tu admirado padre. Pero esa "babosa con piernas" pudo activar la persa antes que lo mandara a dormir para siempre con un solo manotazo. Ahora parece que el pequeño niñito está siguiendo los pasos de su padre... ¡Ja! En tus sueños me lograrás derrotar. Ahora soy más fuerte. En cuanto tome la persa la usaré y me adueñaré de todo el universo. Tomaré venganza. ¡Ven a buscar lo que te es correspondido!

Instintivamente, Steve y yo nos dimos una mirada. Él estaba sosteniendo una gigantesca arma oscura con parpadeantes luces violeta y emitiendo un sonido parecido al aire corriendo por el vació de un tubo de hierro y de maquinaria trabajando.

-¿Estas lista?-preguntó Steve

-Creo que sí...

-Entonces...Empieza la batalla.

Gritos de guerra se escucharon por el lugar mientras corríamos decididos hacia el furioso Dractos.

Steve disparó contra la pierna izquierda. De su arma salió una bola de energía violeta, que le dio al costado de la pierna. Pero no causó ningún daño. Al parecer, Dractos estaba rodeado por un escudo invisible que solo podía ser atravesado por la persa.

-Ya tu boba pistolita de luz no me puede afectar...

Acompañada de la corta oración, el pie de Dractos fue a dar al diminuto cuerpo de Steve.

Para mí, el tiempo se detuvo.

Mis recuerdos con Steve segaron mi vista, mientras Steve volaba por los aires y el suelo azotó sus huesos, matándolo al instante.

-¡Noo!-grité con lágrimas en los ojos y el grito acompañado de sentimientos de dolor y furia.

Ahora solo quedaba yo para matar a Dractos. Pero tenía desventaja porque no podía volar. No sabía controlar mis alas. Ya lo había intentado, pero era inútil. Igual, eso no me detendría y de alguna manera...lograría matar a Dractos, en honor a la memoria de Steve.

Corrí junto a la ira hacia Dractos. Pero no pude atacar. Su gigantesca mano envolvió mi cuerpo y me suspendió en los aires.

-Los humanos son tan tontos. ¿La débil y pequeña humana piensa que puede derrotarme?-dijo con gesto de gracia-. ¡Ja! No sabes a lo que te enfrentas...

Con aquellas últimas sílabas, me arrojó contra el viento. En ese momento, la derrota estaba asegurada y con ella...el final de mi vida. Solo si pudiera usar mis alas me salvaría, pero desgraciadamente, eso no era posible. Cerré mis ojos mientras que el suelo se acercaba con rapidez. Solo fue cuestión de segundos...

3...2...1...Silencio...no sentí nada. ¿Estaba muerta? Solo se sentía una ventolina que iba y venía.

Lentamente, abrí mis ojos. Mi nariz estaba a pocos centímetros del suelo. Aquel aleteo de esperanza se sentía en mi piel y en mis oídos. Miré hacia arriba... 

¡Estaba volando! Solo necesitaba un momento de adrenalina para poder despertar mis alas. No tarde mucho en descubrir como dominarlo.

Me sentí yo de nuevo, como mariposa recién salida de un capullo.

Inmediatamente retome vuelo y me alejé de Dractos unos pocos metros.

Me concentré.

Las rocas alrededor se elevaron. Mis iris se tornaron blancos. Sentí el peso de cada piedra que estaba levitando, lo cual me causaba dolor. Pero no sabía lo que decía.

Extendí mis brazos. Y cuando estaban completamente extendidos, abrí mis manos e hice un impulso con ellos, causando que las rocas volaran hacia Dractos y esto, acompañado de un grito feroz, lleno de aún más dolor.

Las rocas se juntaron alrededor de las manos y pies de Dractos en forma de cadenas, manteniéndolo atado al suelo.

Volé hacia la máquina. La tomé y la puse al frente de Dractos, apuntando hacia su corazón. Jalé la palanca. Salió una llama verde eléctrica de la persa. Dio justo en el corazón de Dractos. Con cada segundo que pasaba, él se debilitaba y daba un alarido profundo.

Se arrodilló ante mí, cerró sus ojos y dio su último respiro.

...Había liberado a la Tierra y a Osa Mayor de la feroces garras de...Dractos.


El Apocalipsis: El Diario de una AdolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora