Capítulo 17- La Última Melodía

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Viernes 28 de octubre

Lo más terrorífico que te puede pasar es despertar y descubrir que una parte de ti ya no es funcional. Eso lo que me esta pasando en este instante. Mis alas dormían en cadenas de sueño perpetuo y no volvieron a despertar. Por más intentos que realizaba, todos culminaban en fallidos. 

En nuestra escuela, nos habían enseñado como despertar una extremidad que dormía; intenté aquella técnica. Lo que sucedió...nada. Me empecé a desesperar y perder el control, pero Alia me sentó y me consoló hasta en la última lágrima. 

Tardamos una hora y cuarto en salir del bosque. Nos dirigimos al pleno desierto. Según los mapas estudiados en clase y confiando profundamente en mi memoria, después de más o menos cincuenta kilómetros de caminata por el desierto, llegaríamos a "Sandy City", una pequeña ciudad cerca de nuestra frontera. 

Nos adentramos al vasto desierto. Si nos aprisionaba la oscuridad en aquella noche, sufriríamos de frío y posiblemente de hambre y sed. A nuestro alrededor no había más que suelo seco y rocoso, con solo unos pocos granos de arena. Las grietas escapaban desde el verde suelo del bosque en busca de agua, mientras se topaban unas con otras. Una que otra planta moribunda salía en busca de nubes llenas de lluvia de entre las aberturas de las grietas. Nuestro tema de conversación se trataba de las quejas interminables de Alia sobre esta caminata homicida. Cuando ella se cansó de darme retribuciones falsas y terminó de hablar para dar un respiro, abrí conversación, pero esta vez con un tema diferente en mente:

-Sabes...nunca pudimos hablar de lo que nos pasó cuando fuimos separadas.

-¿De que hablas?

-Ya sabes...cuando sucedió el Tsunami y lo del hospital.  

-Y...

-Bueno, me preguntaba que te ocurrió antes de que el Tsunami golpeara nuestra casa.

Alia hizo una pausa. Se le notaba en la mirada que le hice recordar aquel momento de la muerte de nuestra madre,  pero después respondió:

-Mamá me ordenó subir al tejado. Corrí lo más que pude. Justamente cuando llegué , la ola me azotó en la espalda y me hizo girar, causando que me ahogara con su agua salada. Mis ojos ardían y poco a poco cayeron en inconsciencia. Lo próximo que descubrí al despertar fue que estaba en una cama, seca y viva...¿Y a ti, que te sucedió?

Le conté sobre quedarme atrapada dentro de la casa, el  sentir como casi me ahogé y mi salvación milagrosa, la cual había terminado de la misma manera que ella.

-Oye...-preguntó Alia- ¿Por qué nunca le dijiste tu nombre a Stivi?

-No tuve la suficiente confianza de decírselo hasta después de la pelea con Dractos. Se lo planeaba decir unos días atrás, pero surgió el tema de su ida y toda mi concentración se inclinó a favor de aquel tema.

-Si...Sabes...aunque no peleé a su lado y nada particular me sucedió a mi, de igual manera lo extraño.     

-Si...yo igual.

Hicimos una pausa, unos segundos de silencio, en honor al sentimiento mutuo que Alia y yo sentíamos hacia Stivi.

-Desde la muerte de nuestros padres, ninguna de las dos hemos soltado ni una lágrima por ellos. 

-Quizás esa eres tú...

-¿Que sucede Alia?

-...Sabes...cuando nuestros padres murieron no había soltado ninguna lágrima hasta el día que paleaste contra aquel alienígena gigante. Aquella pelea me trajo los recuerdos de su muerte, y temí que lo mismo fuera a sucederte. Aquella emoción iba y venía con cada pelea que tu y Stivi tenían. Y con cada venida de aquella emoción, al mismo tiempo, me visitaban las lágrimas. En eso momentos, lloraba por todo lo que había sucedido, la muerte de nuestros padre, la destrucción de nuestra ciudad, las peleas con los extraterrestres, pero el que casi me mata del temor fue la pelea con Dractos. No lloraba más porque ya estabas bajo mucha presión, y mis lágrimas te darían aún mucho más y yo quería estar ahí, contigo, dándote fuerzas y mi apoyo.

El Apocalipsis: El Diario de una AdolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora