Sé mi esposa. | Cameron Dallas. |

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Nos encontrábamos en casa de Nash, en una pequeña reunión que habían planeado, tanto él como Hayes, así que todos los chicos con sus novias estaban allí. Y era más que obvio que yo estaba allí, con la chica que me había robado el corazón.

— ¿Cuándo piensas preguntárselo, Dallas?

Las palabras simpáticas de Hayes me sacaron de mi pequeño trance que tenía al mirar reír a mi chica. Bebí un poco de mi trago y luego pasé a mirarlo.

— No lo sé. — volví a desviar la mirada. — Se suponía que hoy se lo diría, en casa. Pero surgió esto y ahora no sé que hacer. — contesté en voz baja.

Hayes rió. — ¿Y qué con eso? — me miró unos segundos y luego pasó a ver a Maia, quien reía junto a las chicas en la piscina. — Puedes decirle aqui, justo ahora. — me sonrió con tranquilidad.

Si eso fuese fácil, ya lo hubiese echo.

— Fácil decirlo, difícil hacerlo. — murmuré volviendo a tragar ese líquido amargo que traía en mí vaso.

Oí a Hayes suspirar. — ¿Tienes el anillo? — preguntó bebiendo también. — Es decir, ¿lo tienes aquí? — volvió a preguntar y yo asenti en silencio.

— ¿Y ella no sospecha nada? — miré a Hayes y asenti lentamente.

Claro que sospechaba.

La última semana, había estado portandome muy extraño e indiferente con ella. Y Maia lo había notado. No lo estaba haciendo a propósito, solo es que los malditos nervios, la ansiedad y el estrés que me había causado ocultar ésta propuesta tan grande y el no saber qué es lo que me respondería, me había puesto así.

— Sí. — bebí un sorbo más de mí vaso. — Si sospecha. — respondí haciendo mí cabello hacía atrás, realmente estaba nervioso y ansioso. Una mezcla rara de sentimientos.

Hayes hizo una mueca. — Pues, estás jodido. — golpeó mí hombro levemente y yo le miré. — Gracias por tu apoyo. — suspiré largamente.

¿Debería hacerle caso o no, a Hayes? 
¿En realidad debía de preguntarle aqui y ahora?

— Hey, ¿porqué no están afuera como todos los demás? — Nash, se acercó a nosotros con diversión.

Hayes y yo guardamos silencio; Nash fruncio el ceño. — ¿Qué está pasando? — preguntó mirándome y luego a su hermano.

— Él puede explicarte. — reveló Hayes mientras que me daba un leve empujón. Suspiré frustrado y miré a Nash, para en serio revelar ésta vez mí maravillosa idea.

Antes de comenzar, di una leve mirada a la piscina, cerciorándome de que mí chica siguiera allí y en efecto así era. Sonreí al mirarla y luego me concentre. — Quiero pedirle a Maia que sea mí esposa. — murmuré mirándolo.

La sonrisa de Nash se anchó. — ¡Eso es genial! — exclamó con felicidad, pero luego fruncio el ceño al no recibir ninguna respuesta de mí parte con la misma emoción.

— El muy imbécil no sabe como hacerlo, y más que ahora Maia sospecha. — después de terminar ese líquido amargoso que traía en su vaso, murmuró Hayes.

Nash hizo una mueca. — Estás jodido.

Rodé los ojos. Vaya amigos que me gastaba.

— Así es, eso le dije yo. — apoyó a su hermano y luego se sirvió un poco más de vodka glacial. — De echo, le dije que le propusiera matrimonio, aqui y ahora. Pero no. — bebió un poco más y luego se recargó de la pequeña barra que había en el medio de la cocina, con vista al jardín.

One Shoots ©.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora