Capítulo 4: En casa.

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Acaricié sus oscuros cabellos… de mi mismo color, pero la diferencia la hace el lacio que el tiene. Sonreí al ver que él se movía molesto sobre mi regazo. Ya tenía que despertarlo, estábamos por llegar. Me incliné un poco y respiré profundamente su aroma a bebé… no, no es un bebé. Pero para mí siempre va a serlo. Besé su sien.

—L'araignée Gypsy monte à la gouttière. Tiens voilà la pluie, Gypsy tombe par terre. Mais le soleil a séché la pluie… L'araignée Gypsy monte à la gouttière. Tiens voilà la pluie, Gypsy tombe par terre. Mais le soleil a séché la pluie… L'araignée Gypsy s'est endormie.

Le canté aquella canción de cuna cerca del oído. Se removió molesto y frunció el ceño.

—Mamá —dijo dormido y escondió el rostro cerca de mis rodillas.

—Arriba dormilón —le dije divertida.

—¿Por qué me cantas la canción de la araña Gypsy? Odio esa canción.

—Mentira, te encanta esa canción.

—Es una canción para bebes, y yo ya no soy un bebé.

—Si lo eres, mi amor —dije con voz empalagosa y besé ruidosamente su mejilla.

—¡Madre! —se quejó. No pude evitar reír. Me incorporé y él también lo hizo. Se limpió el cachete que yo había besado.

— Christopher Nodier, ¿Qué es eso de andar limpiándote la cara después del beso de tu madre? – Siempre me gusto su nombre, me trae buena vibra, recuerdos.

—Es para que no lo vuelvas a hacer —dijo sin dejar de fruncir el ceño.

—¿Pueden dejar de pelear, por favor? —habló ella a nuestro lado. Ambos nos giramos a verla. Miranda sonreía divertida —El avión completo los está mirando…

—Ella empezó —aseguró mi hijo.

—Solo quiero darle amor a mi hijo —me justifiqué.

—Aimée, linda —me habló mi amiga —A los niños de hoy no les gusta que sus madres los besuqueen en publico, se sienten unos bebes.

—¿Ves? —me dijo él —Hasta la tía Miranda lo entiende.

—Está bien, no vuelvo a hacerlo nunca más.

Él sonrió autosuficiente. Tuve el impulso de acariciar su sonrisa… me daba tanta nostalgia verlo sonreír. Sus mieles ojos se dirigieron a la ventanilla.

—¡Nueva York! —exclamó contento.

—¿Estás feliz? —le pregunté. Me miró… sus ojos brillaban. Tan contento se había puesto cuando le dije que nos iríamos a vivir a Estados Unidos. Todo porque su tío esta aquí.

—Claro que estoy feliz —respondió y volvió a mirar por la ventanilla —La tía Miranda me prometió que me llevaría a jugar los mejores videos juegos del mundo.

Miré a mi amiga. Ella sonreía nerviosa.

—No le puedes negar ser un niño —me dijo ella.

—Pero sabes que odio que juegue a esos juegos… lo único que le enseñan es violencia —dije.

—Aimée —habló con toda la tranquilidad del mundo —Yo sé que eres la persona más pasiva del mundo, que odias la violencia, la utilización de la fueza, etc. Pero Chris es un niño, y a los niños les encantan esas cosas.

—Pero…

—Les pedimos que abrochen sus cinturones, estamos por aterrizar —habló la azafata.

Nothing in my way llDonde viven las historias. Descúbrelo ahora