Capitulo 23: La única y original.

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Él seguía mirando las copias que estaba haciendo. Mi nerviosismo iba cada vez más en aumento. ¿Por qué ni siquiera se ha atrevido a mirarme?

-No pude evitar escuchar la conversación que tuvo con mi hijo -le dije.

-Espero que no le haya molestado -dijo frío.

Caminé un poco hacia él, pero me detuve y caminé un poco hacia atrás.

-No, para nada -acomodé mi garganta. No me miró -Es más, le agradezco que se tome la molestia de aconsejarlo.

-Le tomé mucho cariño a su hijo, es lo menos que puedo hacer.

El sonido de la fotocopiadora me estaba poniendo loca. Y mucho más loca me estaba poniendo que él no se dignara a mirarme o a hacerme frente.

-¿Puedo saber cuál es su problema, señor Pimentel? -le pregunté.

Al fin su mirada se levantó para encontrar la mía. Un escalofrío bajó por mi espalda.

-¿Mi problema? -inquirió.

-Sí, su problema -exclamé -Desde el día de la cena en mi departamento... usted ha cambiado mucho para conmigo.

-¿Cambiado?

-Por favor, no se haga el idiota -dije. Me asombré de mi reacción. Yo no era una persona que explotaba o insultaba -Lo siento, no quise decir eso.

-Sí quiso decirlo -aseguró él.

-Ese no es el caso -me apresuré a decir -Solo necesito saber qué sucedió con usted. ¿Hice algo malo? ¿Algo que lo molestó? Si es por lo que dijo Chris esa vez, yo no...

-No, no es nada de eso -me interrumpió. Volvió su mirada a la fotocopiadora.

-Y entonces, ¿Qué es? Necesito saberlo. No me gusta estar mal con las personas. Todo estaba perfectamente bien con usted. Es más... creo que es un gran hombre. Y me hace muy bien ver que usted se preocupa por mi hijo.

-No pasa nada, no pasa nada -dijo algo nervioso -No tengo nada en contra suyo. Solo que...

-¿Qué? -le pregunté ya que había dejado de hablar.

-Nada -contestó. Me acerqué a él.

-Usted es un pedante -mi dedo se clavó en medio de su pecho -Un desconsiderado -mi dedo lo acusaba con saña -Un idiota -y otra vez - ¡No entiendo cuál es su problema! Trato de ser amable, de arreglar las cosas -mi dedo seguía impactando contra él. Parecía no sentirlo, ya que su mirada estaba fija en la mía -Y usted solo se para ahí con esa cara de estúpido y me dice: Nada, no pasa nada -agravé un poco mi voz, tratando de imitarlo.
Comencé a agitarme, por la fuerza que estaba utilizando en mi dedo.

'Esto es patético, Aimée, patético' -dijo mi conciencia.

-¡Lo único que necesito que me diga es cuál es su maldito problema! -casi grité.

-¡Mi problema! ¡Mi problema eres tú! -elevó su voz. Dejé de golpearlo con mi dedo y lo miré fijo. Al fin había reaccionado. Pero entonces su mano me tomó de la nuca. Me tensé cuando acercó mi rostro al suyo -Mi problema es verte todos los días -tragué saliva y miré su boca. Sentí mi cuerpo pesado y la garganta seca -Mi maldito problema es verla a ella cada vez que te veo -las lágrimas se acumularon en mis ojos -Te odio... odio verte. Odio tener que ignorarte. Odio tener esas malditas ganas de agarrarte y besarte hasta que...

No pudo continuar hablando ya que alcé un poco el rostro y capturé sus labios con los míos. Mi corazón dio un vuelco, y todo mi mundo giró.
Sus labios se movieron exigente sobre los míos y su mano aferró firmemente mi nuca. Traté de ir al mismo ritmo que su exigencia. Pero yo no quería un beso violento... solo un beso, un beso para una ingenua, para alguien que no sabe besar...
Y de repente ya no estaba en la sala de fotocopias.

Nothing in my way llDonde viven las historias. Descúbrelo ahora