El hecho de haber nacido el mismo día los tenía marcados de por vida, pero ¿qué pasaría si ese día diecisiete años después terminara siendo el último?
La vida de ocho jóvenes se ve en peligro por un acontecimiento que los ha seguido hasta la fecha...
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Narrado por Max.
¡Maldita resaca! Abrí los ojos y a mi lado se encontraba Delilah. Sinceramente no recordaba mucho de lo que había pasado durante la noche. Muy pocas escenas pasaban fugazmente: Delilah y yo subiendo a los cuartos, quitándonos la ropa y... ¡Rayos! Nos acostamos, pero no recordaba nada sobre el acto. ¿Tan bueno fui?
Me levanté, tomé mi bóxer que estaba en el suelo. Me cambié completamente y llamé a Delilah que también quedó sorprendida al ver que se encontraba sin ropa y solo tapada con una sabana. Sin pensarlo se levantó y se vistió lo más rápido que pudo.
—¡Me van a matar mis padres! —gritó toda histérica.
—Relájate.
—¿Cómo demonios quieres que me relaje? —se me acerca con una mano en alto.
—¡Oye! De seguro también los demás se quedaron.
—¿Y eso qué? Tenía que volver a casa.
—Puedes ir ahorita si lo deseas, pero te recuerdo que tenemos que ir a la escuela y...
—¡Sí! ¡Ya sé! Hoy es mi ensayo general de la obra que dirijo —me interrumpe.
—¿Entonces?
—Iré a mi casa y llego a las dos últimas clases. Necesito bañarme y cambiarme.
—¿Quieres que te acompañe? —pregunto amablemente.
—No Max, no te preocupes.
—Bueno.
Bajamos de la habitación en donde nos encontrábamos. La casa de Tiffany era muy bonita. Muebles de buen visto, cuadros de su familia colgados en la pared de las escaleras. Trofeos de los campeonatos de porristas en un mueble de la sala. No me había percatado de esos detalles durante la fiesta.
Buscamos a alguien más que estuviera en la sala, pero ninguno de ellos se encontraba. Solo oímos unos ronquidos y reímos bajamente. Nos acercamos a la puerta sin hacer tanto ruido y salimos. Me despedí de Delilah dándole un beso mientras le decía que la veía al rato. Ella asintió y comenzó a caminar sobre la banqueta alejándose poco a poco.
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