El hecho de haber nacido el mismo día los tenía marcados de por vida, pero ¿qué pasaría si ese día diecisiete años después terminara siendo el último?
La vida de ocho jóvenes se ve en peligro por un acontecimiento que los ha seguido hasta la fecha...
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Narrado por Caroline.
Abrí los ojos para ver qué hora era, cuatro de la mañana.
¡Por Dios!
Ya no podía dormir, por más que estuviera volteándome de un lado a otro. Incluso volteando la almohada para sentir la parte fría, pero era inútil. Y después de lo que anunciaron en las noticias, me era imposible no pensar en ello.
Estiré mi mano hacia el buró para tomar mi celular y marcarle a Christopher. Sé que lo despertaría, pero necesitaba hablar con él. Me sentía asustada y sola.
Conversación telefónica
Caroline: ¿Bueno?
Christopher: ¿Care? ¿Qué sucede? Son las cuatro de la mañana...
Caroline: Lo sé y perdón, pero es que necesitaba hablar con alguien.
Christopher: ¿Sobre qué? Dime, ¿qué tienes?
Caroline: ¿No escuchaste las noticias ayer?
Christopher: Tranquila. Ese loco maniático no entrará a Stewartville.
Caroline: Es que sí me da miedo.
Christopher: Tranquila, no pasará nada. En unas horas paso por ti y hablamos sobre algo importante que no puedo decirte por teléfono.
Caroline: Está bien Chris. Perdón por despertarte, sigue descansando.
Christopher: Haz lo mismo, te amo.
Caroline: Yo también te amo.
Colgué y esta vez me estiré por los audífonos para escuchar una canción que me relajaría, Fix You de Coldplay. Había sido la canción que hace dos años bailé junto a Christopher en su baile de último año, cuando recién comencé a conocerlo. Recuerdo el primer día que lo vi, caminado sobre el pasillo con esa chaqueta negra y lo que más me había atrapado eran sus ojos azules y esa tez tan clara que tenía. Siempre había llevado su cabello alborotado, pero ahora lo traía en una sola dirección, y era algo que lo hacía ver más sexy.
Era realmente asombroso el haber vencido a la distancia.
El tiempo seguía transcurriendo hasta que me dieron las seis de la mañana, el sol comenzaba a asomarse a través de la ventana. Decidí que era hora de levantarme, antes de que se me hiciera tarde —como se me estaba haciendo costumbre—, abrí mis ventanas y deje que el aire mañanero inundara mi habitación.
Después de abrirlas comencé a reírme, había olvidado que hoy era el día: nuestro cumpleaños.
