Viktor Nikiforov desde que tenía memoria había sido el hombre más codiciado en todo su reino, de hecho, el más codiciado en muchos reinos a la redonda, por aquella misma razón, siempre tuvo a cuánta persona se cruzara frente a él a sus pies.
Él no sabía qué era la competencia.
No obstante, en el momento que escuchó a la hija del duque pedir audiencia con su marido, un nudo nació en la parte baja del estómago; le incomodaba. Era bastante similar a los celos que le invadían cuando el maldito concubino reducía la distancia corporal con su marido, pasando la franja roja que su cabeza había marcado. Justo entonces comenzó a sentirse demasiado incómodo.
—Yuuri... —El japonés ya se había levantado, comenzando a caminar en dirección a la salida, cuando Viktor, sin despegar la vista del frente, tomó su antebrazo. El flequillo plata cubría la expresión, así que cuando el príncipe Katsuki volteó a verle no estuvo seguro de qué pensar. Aunque algo era seguro, su marido no estaba nada feliz—. No vayas.
Todo el lugar quedó en un sepulcral silencio. Las criadas que estaban sirviéndoles no hicieron otra cosa sino realizar la correspondiente reverencia antes de huir del lugar, a lo que Yuuri catalogó como un acto de traición.
—Su Majestad, yo...
No estaba seguro de qué decir. El príncipe heredero no sabía de su pasado con Sara, aunque sin dudas era algo, mucho, muy celoso a la hora de compartir la compañía que él debía dar a los demás.
—Ella es una amiga de la infancia... —Y no era una mentira del todo—. Acaba de perder a su padre, prácticamente... y... —En cualquier otro momento le hubiera resultado extrañamente fácil retirarse sin importar qué tuviera que decir el futuro rey, pero aquella mañana era diferente; todo era diferente—. Lo menos que le debo es escuchar qué tiene que decirme. ¿Está bien para mí ir?
Viktor lo entendía, entendía todo eso, por no decir que era el mínimo de cortesía a tener con sus invitados; pero le daba miedo dejar solo a Yuuri con alguien más, con otra persona de la que no sabía nada. Y no era que temiese la seguridad del japonés, porque su intuición le decía que la joven era una buena persona. Lo que le asustaba era imaginar la clase de historia que compartía con su esposo. Ellos tenían algo de lo que él no sabía, no entendía o no formaba parte; cuando estuvieran juntos iban a tratarse con una cercanía que él no sabía de dónde había nacido.
Él... no sabía realmente nada de su esposo.
Le aterraba.
—Su Majestad... —la voz de Yuuri trajo una vez más a tierra su conciencia.
Respiró mientras tragaba lento, y apenas aflojó su agarre, permitiendo que Yuuri se retirara.
—Dale disculpas de nuestra familia a Lady Sara. Ella no ha querido recibirme, aun así, es responsabilidad mía ofrecer disculpas por el mal momento. ¿Puedo relegarte esa tarea a ti, Yuuri? —Su voz era la usual, con un tono juguetón y alegre. Por supuesto, lo que no cuadraba era que no quisiera voltearlo a ver—. Por favor.
—Soy su esposo, Su Majestad, sus errores son los míos y los míos, suyos. Me disculparé apropiadamente. —Evitando ser brusco, el príncipe Katsuki se alejó de Viktor. Salió del comedor escuchando un suave "Gracias" a sus espaldas que lo dejó tranquilo.
¡Qué ingenuo!
En cuanto ya no estuvo a la vista, su caprichoso e infantil esposo se levantó de la silla para correr en una dirección desconocida, o mínimo inesperada para cualquier persona del castillo que sabía que no frecuentaba esos sitios.
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Un baile en honor a Su Majestad.
FanfictionAngustia: Podría decirse que esa fue la razón de su danza a la luz de la luna aquella noche, una desesperada angustia alimentada por una asfixiante soledad. Cientos de intentos para ser escuchado, miles de ruegos y suplicas, hasta rendirse por compl...