41 -Harem-

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—Yuuri, ¿cuándo dejarás de ser así de injusto? —protestó el príncipe Nikiforov. Quiso sentarse en la cama, pero cambió de idea inmediatamente al sentir una punzada justo en la espalda baja.

—Al parecer hoy nos quedaremos hasta tarde en cama —comentó el menor divertido. No esperaba que su esposo quisiera levantarse tan temprano; las cosas que le había hecho la noche anterior no eran tan suaves como para darle libertad de movimiento tan pronto.

—Yuuri... —volteó en dirección a su esposo. Bien podría seguirle el juego, ¿verdad?—, ¿crees que estuve bien? —Tomó las sabanas para ocultar desde su nariz hacia abajo el rostro, fingiendo pena―. Robaste mi virginidad y mis padres hablarán con los tuyos. Debes hacerte responsable.

El príncipe Katsuki trató de ocultar la sonrisa que esas tonterías dichas por quien ya era su esposo provocaban. Admitía que aquella mañana resultaba bastante más amena de lo que había esperado. Por un segundo sintió que todo se volvería incomodo entre ambos, sin embargo, al parecer esa etapa había sido superada hace mucho. Pensar que fue allí, en ese mismo lugar, cuando hacía no tanto le había gritado que no se acostaría con él para luego salir corriendo.

—¿Espera que me case con usted? —preguntó fingiendo sorpresa—. Lo lamento, ya me encuentro casado con un estúpido príncipe ególatra. —Vio directo a los ojos azules, contemplando la emoción bailar en estos—. Me temo que lo nuestro no podrá ser.

—Oh. —Ahora cubrió su boca en signo de angustia—. Entonces lo que sucedió entre nosotros... ¡Me usaste! Y además estabas casado.

—Lo que sucedió anoche —hizo una pausa—... fue tan intenso como para que aun ahora mi piel lo sienta.

—¡Yuuri! —Viktor se arrojó emocionado a su esposo, provocando un gemido de dolor por parte de ambos.

****

El príncipe Katsuki caminó por el amplio pasillo, acompañado de su concubino, en dirección a la residencia del harem de su esposo. Hacía ya una o dos semanas en que no pasaba a ver a las chicas. Era natural como su persona a cargo visitarlas con más frecuencia, pero en su defensa otros asuntos lo tenían más ocupado, como el hecho de que el príncipe Nikiforov buscaba cualquier oportunidad para acorralarlo contra un muro, en donde se daban largos y profundos besos mojados, o las noches en las que este se infiltraba en sus aposentos para descargar el estrés del día, o simplemente por el mero disfrute de juntar sus cuerpos, que con el paso de los días y veces concretadas se volvió espontaneo y natural entre ambos.

Si había algo que Viktor disfrutaba de sus encuentros eran esos únicos momentos, donde la lujuria les nublaba el juicio, Yuuri cedía a pronunciar su nombre, ahogado entre gemidos.

Además de los asaltos del futuro rey a su esposo, estaba el hecho de que el cumpleaños del príncipe heredero se acercaba vertiginosamente, y por ende los preparativos eran necesarios y el príncipe Katsuki era el principal responsable de los mismos. A su vez, constantemente recibían a embajadores de reinos vecinos, encargados de traer obsequios junto a confirmaciones de asistir a la celebración, por lo que el joven matrimonio debía ejercer su papel de anfitriones.

Sí, sin dudas habían sido días muy, muy ocupados en esas últimas fechas.

—¡Príncipe Yuuri! —gritó una de las mujeres cuando le vio entrar.

Inmediatamente el resto se exaltó. Dejaron de lado cualquier cosa que estuvieran haciendo para correr hasta el joven futuro monarca. Yuuri rio haciendo señas con sus manos para que dejaran de ser tan ruidosas. Hacía ya tiempo dejaron de lado el saludo formal y ahora en cada ocasión que llegaba a verlas, estas gritaban de la emoción, encantadoras, como si fuera Viktor mismo de quien se tratara.

Un baile en honor a Su Majestad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora