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No podía ver la hora de verle llegar —incluso sabiendo que las posibilidades de que eso pasara eran nulas—, abrir la puerta y que nos encontraramos tres meses atrás donde no podía dejar de sonreír y todo parecía no poder ir mejor. 

Mis ojos no dejaban de mirar la gran puerta de madera, la garganta me ardía y mis ojos amenazaban por desbordarse en cualquier momento pero me resistía, ciertamente no deseaba derramar una sola lágrima más por el mismo tema. Esta noche decidí complacerme a mí mismo y siendo un tanto elegante dejé la cerveza a un lado esta vez para tomarme una de mis mejores botellas de vino de los años noventa, quería brindar con Sheeran de fondo, mi fiel acompañante en las noches de mi infierno, brindaría por el dolor, la infidelidad, por el amor, por ese amargo sabor de la combinación que da mezclar el romance con la amistad y por supuesto, por amar a alguien que no desea ser amado porque sea cual sea el camino que tomes tienes dos opciones: lastimar o salir lastimado. Salud, Londres, por cada corazón roto de la ciudad (incluyendo el mío).

A quien conciernaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora