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La conocí en un bar. Me sorprendió que una mujer tan elegante como aparentaba ser; perlas en las orejas y en el cuello y el lápiz labial rojo perfectamente en su lugar se encontrara en un lugar como este; y que suerte la mía. Me dijo que quería desaparecer de los suburbios un rato y que deseaba ser alguien normal y sentir adrenalina al menos una noche. Le pregunté cuáles eran sus planes para llevar aquello acabo; sus ojos color esmeralda se iluminaron cambiando a un tono casi negro, sabía qué pensaba por el evidente rubor en la piel de porcelana pero en cambio dubitativa me dijo que no tenía idea. Le invité a tomar vodka, me dijo que la garganta le ardía y como si la conociera de años le grité que no fuese cabarde y así terminó la última segunda ronda de cinco minúsculos vasos y abandonó la pena que aún cargaba en sus hombros. Aún no recuerdo como terminamos en el pequeño cuarto de este motel, aunque si debo ser honesto, mis continuas caricias en su muslo izquierdo puede que le llevaran a esa decisión. Recuerdo sus manos en cada centímetro de mi cuerpo delante de las personas del local, que espectáculo le estábamos dando, cuando sus manos a tientas tocaron el cierre de los vaqueros la detuve. "Vamos a mi departamento" pero se negó, y así fue como me dijo que tenía una reservación en este lugar. Su cabello oscuro estaba disperso sobre la almohada blanca y que precioso contraste, tenía una marca de mis labios en su cuello, sólo me limité a sonreírme a mí mismo contemplando su cuerpo desnudo dejando mis dedos divagar en la marca de culpabilidad en su cuello; parecía exhausta. Me di media vuelta sobre la cama y después de ver la hora "05:34 am" encendí un cigarrillo dejándome ir completamente. Dicen que las mejores cosas de la vida pasaban cuando no teníamos planes sobre aquello y no podían tener más razón, a veces simplemente hay que dejarse llevar y olvidar los planes, y que suerte estaba teniendo este infeliz.

Aun así, ella no era tú.
Yo seguía sin poder borrarte.
Y ahora me sentía culpable.
Incluso cuando no éramos nada
seguías siendo mi todo;
seguía siendo estúpidamente fiel.

A quien conciernaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora