A quien concierna

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Sé que esta noche podría morir en tu boca.

Los segundos se han convertido en horas y las horas en segundos, no puedo respirar pero aún sigo luchando contra lo que no puedo ver, contra la realidad de que finalmente ha llegado el día en donde me dejarás ir.

Tú sostenías mi cadera y yo me aferraba con fuerza a tu cuello como si de mi último aliento de mi vida se tratase.

Estar así me acordó a nuestra primera noche: tú tan apuesto y yo tan puesto.

Quién diría que algo de una noche se convertiría en algo que marcaría el resto de mi vida, por primera vez había aceptado liarme con alguien a primera vista, el éxtasis del momento y tus caricias sobre mi cuerpo continuaron haciendo efecto sobre mí incluso días después, aún podía sentir tus dedos sobre mi pecho y tus labios en mi cuello. Actualmente, ninguno decía nada pero el momento era tan íntimo y doloroso a la vez que sobrabran las palabras, o quizás queríamos que aquella noche durara para siempre, tal vez dormir y al despertar darnos cuenta de que todo había sido una pesadilla, mi garganta se había hecho un nudo y no podía controlar el tornado de sentimientos que se estaba formando en mi estómago, pero sabía que si hablaba no se escucharían más que balbuceos porque estaba demasiado inmerso en el pasado que no podría articular una palabra en el amargo presente; así que callé mientras sentía como te escabullías de entre mis dedos, lejos de mi cuerpo.

Sé que te vas a las nueve, sé que muero a las diez.