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Se supone que si alguien te
ama no debería lastimarte.
Nunca.
¿Acaso tú me amabas?
¿Alguna vez lo hiciste?

Ni siquiera sé si quiero escuchar la respuesta a las preguntas que me hago diario. Lo único que sé es que finalmente te doy la libertad que siempre quisiste, D, te quito las cadenas que te mantenían en mis recuerdos.

Te dejo ir.

Sé feliz porque lo mereces. Gracias por hacerme feliz y hacerme sentir merecedor de ello. Gracias por enseñarme tantas cosas que hoy valoro. Gracias por arrebatarme tantas cosas, entre ellas la libertad de amar de nuevo. 

Te odio por haberme hecho amarte, te amo porque no puedo odiarte. 

Y si preguntas si alguna vez te amé; los hechos hablan más que las palabras. Creo que lo supe desde el primer día que me sonreíste y me abrazaste sin decir nada por horas. ¿Cuándo supe que realmente estaba enamorado? Cuando me di cuenta que estaba dispuesto a pelear contra el mundo y contra quien hablaba mal de ti, cuando las horas pasaban tan rápido que no las sentía, respondía tus mensajes a los segundos, te conté cosas que no le conté a nadie, llorar, amanecer a tu lado sin dormir... por ti y contigo. Porque hacía tonterías que en ese momento no pensaba, solo las hacía.

Cuando te vi llorar y me volví un manojo de nervios porque no sabía que hacer cuando alguien lloraba pero no era alguien cualquiera, eras tú. Me permitiste quedarme ahí viendo tu lado más débil, ese que el mundo no veía.

Me di cuenta que te amaba cuando prefería romperme antes que hacerte daño.

Lo supe, en ese minisegundo cuando rompiste mi corazón al decir aquellas palabras sin titubear.

Porque nunca había dejado entrar a alguien tanto como te dejé entrar a ti. 

Esta es la última carta que escribiré, la última que nunca leerás, la última lágrima que no me verás derramar, la última carta que no te enviaré. La última vez que escribo en este diario. Espero poder olvidarte igual como fingiste olvidarme.

Con amor: la única persona que se atrevió a ver lo bueno que en ti apesar de todos los carteles de advertencia que te rodeaban y todos los malos cometarios que decían sobre ti a los cuales debí prestarles más atención. Pero lo hecho está hecho..., ¿no? Y ahora solo nos queda levantarnos y aprender de lo que hicimos.
Adiós, x.

A quien conciernaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora