23: Maracas de mierda.

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22: Maracas de mierda.


 —A ver... —dije pensando al frente de la vitrina donde exponían dulces—. Yo quiero el de chispas, pero también me encanta el bañado de chocolate, sin mencionar el que tiene chispas de colores y...

—¡Escoge de una vez! —me interrumpió Javier, irritado por mi indecisión.

—Déjame ser, Javier. —Volví a mirar la vitrina—. Como no sé cuál decidir, escogeré todas.

—Al colmo —se quejó Víctor.

—¿De verdad quieres que escoja? —lo desafié con una sonrisa malévola, más bien de estúpida, en mi cara.

—¡No!, ¡quédate con toda la tienda si es necesario! —me suplicó, ya que yo tenía como una hora tratando de decidir cuales galletas escoger.

—Como digas, ya que estoy de buen humor hoy, no los joderé. —Ellos respiraron de alivio, excepto el titán, él quería explotar el mundo conmigo—. Aun. 

De nuevo me miraron con miedo, ya que, no se sabía lo que yo era capaz de hacer en ese preciso momento, ya saben, esas situaciones cuando se te quedan viendo y tú no sabes si darles una foto o firmarles un autógrafo.

—¿Quiere que lleve galletas de toda clase? —me preguntó el titán mientras sacaba su tarjeta de crédito.

—Hmm...la verdad iba a elegir la de bañado de chocolate, pero esa oferta es muy tentadora.

Los dos pendejos presentes, y hablando de pendejos, me refiero a Víctor y a Javier quienes se frotaron las sienes por estrés... no al mismo tiempo, pero me vale verga lo que hacen.

—Ok, entonces pediré de toda clase.

Menos mal que el titán vino a la residencia, si jamás hubiera aparecido con su presencia y su aura de ángel destructor—en otras palabras: yo en versión masculina, mayor y asiático— yo no estaría en este preciso momento, bueno, quien sabe, tal vez Matilda no se hubiese fracturado la pierna, ni hubiese aparecido mis hermosos dilemas con mi disciplina—bueno, eso ya lo tenía, pero vale chuchas.

Menos mal que el titán vino a la residencia, si jamás hubiera aparecido con su presencia y su aura de ángel destructor—en otras palabras: yo en versión masculina, mayor y asiático— yo no estaría en este preciso momento, bueno, quien sabe, tal vez ...

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Me crucé a un germen por la calle... no lo sé, es una posibilidad, ¿qué no era el puto desconocido con quien se peleó Uziel aquella vez?

—¡Me voy de puta! —grita la chica morena que estaba al frente del desconocido—. Y mira que no será contigo, degenerado.

—¿Y si te pago? —dijo en tono de burla.

Sé que yo debería estar prestando atención a los regaños de Víctor ya que lo llamé blandengue y esas cosas, de verdad, lo escuchaba al principio, pero después se me hizo tedioso escuchar un bla, bla, bla, es estresante.

—Ni por un millón de dólares, mariconazo de mierda.

Vaya, me agrada la chica.

Además de morena, era como de mi altura —cálculo yo, ya que usa tacones— ropa muy formal y su cabello era lizo, sus ojos eran de un tono muy claro.

Rodeada de idiotas 2, el regreso de tu mamá en tanga.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora