CAPÍTULO 2

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- TYRONE -


No sabía por qué, pero aquella mañana sentí que el pecho me ardía en llamas. Mis latidos bombeaban sangre a una velocidad incalculable. Realmente me sentía como si fuera a explotar de un momento a otro. Notaba como las gotas de sudor recorrían mi frente y mis mejillas. Lo único que podía oír era mi respiración entrecortada y las manecillas de un reloj taladrandome la cabeza.

Y entonces es cuando pasó. De la nada abrí los ojos.

Con cuidado, giré mi cuello y vi un soporte de suero, un monitor cardíaco, y otro equipo médico. Estaba sudando, sola en una cama de hospital. Los rayos de luz que traspasaban por la persiana me tapaban la poca visión que tenía. Desesperada empecé a mirar por todos lados, analizando la pequeña y blanca habitación en la que estaba asignada. Todo estaba perfectamente ordenado, limpio y con ese olor tan peculiar a hospital. Siempre odié ese olor, me hacía sentir enferma.

Un punzante dolor empezó a expandirse por toda la coronilla de mi cabeza provocando que gruñera de dolor. Alcé el brazo hacia esa zona. Con las yemas de mis dedos iba tactando la zona, hasta que noté un trozo de hilo. Me asusté al instante, pero seguí adelante. Una gran brecha cerrada mediante puntos de sutura, se hacía camino por toda la coronilla. Entonces es cuando me di cuenta de que estaba totalmente rapada.

En aquel momento eran lágrimas las que recorrían mis mejillas. Intenté tranquilizarme poniendo mis pensamientos en otra parte, que no fuera en el echo de que no tenía pelo y de que una gran herida era lo único que se podía apreciar de mi cabeza. Así que me concentré en lo único que quería ver y oír aquel día. La dueña de aquella dulce voz. Pero mis pensamientos fueron interrumpidos cuando oí la puerta de la habitación abrirse de repente.

— ¿¡Lauren!? — Una ronca voz inundó toda la sala.

"No eres ella. No eres la dulce voz que estaba esperando."

Fue lo primero que pensé. Y estaba en lo cierto. La imagen de un hombre de piel negra, con rastas adornando su curtida cara, se hizo presente.

— ¿Ty? Pregunté mientras me incorporaba en la amplia cama.

— Dios mío Lauren. — Tyrone me abrazó fuertemente mientras desesperadamente me besaba en los labios, dejandome totalmente confusa y anonadada. — ¿Cómo te encuentras? — Pregunta sin aliento alguno.

"¿Por qué diablos me acaba de besar?"

— ¿Qué haces? — Realmente no entendía el porqué lo había hecho.

Lauren, ¿te encuentras bien? Han avisado al doctor pero hay algo que... Lo interrumpí antes de que pudiera acabar la frase.

Si. Estoy bien. Escupí con furia mientras acariciaba mi expuesta cabeza.

Pude notar la tensión y confusión que se formó en Tyrone. Lo más seguro es que no entendiera el por qué me comportaba de esa manera, pero el caso es que ni siquiera yo lo sabía. Sus verdes ojos me transmitían la emoción que había en él, pero también su preocupación. Pero no era mi culpa el reaccionar de aquella manera al notar sus labios contra los míos. Eramos amigos, no novios.

— Sé que esto es difícil, pero todo irá bien. ¿Vale reina? Una dulce sonrisa se dibujó en sus labios.

"¿Reina? A qué viene ese nombre. ¿Cuando empezamos a llamarnos así? Y que quiere decir con eso. Entiendo el hecho de que estoy en un hospital pero, ¿tan grave ha sido?"

— ¿Dónde está ella? — No pude retenerlo más. Tuve que preguntarlo. Necesitaba saber donde estaba.

— ¿Ella? Lauren, nena, no sé a quién te refieres. — Tyrone frunció el ceño.

Al ver su reacción me di cuenta del fallo que cometí. Él no sabía de quién estaba hablando, normal, no le había dicho ni el nombre, pero el problema era que yo tampoco sabía cómo se llamaba. Fui demasiado impulsiva.

— La chica que viene todos los días a verme.

— No sé quién es, lo siento. — Ví como su mano se posaba en mí muslo cubierto por la sábana. Aparté la pierna al instante, haciendome sentir incómoda. Él tan solo bufó ante mi acto. — ¿Lauren? — Giré mi cabeza hacía él. — ¿Eras consciente de lo que ocurría a tu alrededor mientras estabas en coma? — Preguntó con cierto tono de temor.

— Si... no...bueno... de las últimas semanas si, pero no estoy segura. Solo escuchaba a una sola persona hablarme. — Esa mirada. Su mirada fué un poema al terminar la frase. Noté la incómoda sensación que se formó de repente. — Tienes que saber quién es. — Intenté cambiar de tema y seguir con lo de la chica. Tyrone negó con la cabeza. — La chica que viene por las mañanas a cuidar de mí y me canta con su guitarra. La chica que tiene una dulce y suave voz. Me dí cuenta de lo desesperada que soné al decir aquello. Pero no me importó.

— Vale, creo que ya sé de quién me hablas. Esa chica es Camila. Es una cuidadora contratada del centro hospitalario del que estás ingresada. Se encargaba de hacerte compañía.

"Una chica contratada para... ¿qué? ¿Hacerme compañía dijo? ¿Y su nombre es Camila? Camila..."

— Espera, ¿se encargaba? ¿Ya no? — Tyrone se encogió de hombros dando a entender que no estaba seguro de aquello. Eso quería decir que aún podía venir, y yo podría verla. — Vale. Dile al primer médico o enfermero que veas que la llamen. Necesito verla.

— Ahora no. Ya habrá tiempo de buscar a esa chica. Él se sentó a mi lado y entrelazó nuestros dedos. Estaba empezando a sentirme cada vez más impotente e incómoda. — Has pasado mucho tiempo inconsciente, pero ahora ya estás despierta. — Fruncí el ceño sin entender nada. Tyrone suspiró y besó mi frente antes de levantarse y dirigirse hacia la puerta. — Voy a ver donde está el doctor, está tardando demasiado. Ahora vuelvo amor.

"¿Amor? ¿¡AMOR!? Vale, ahora entiendo menos lo que está pasando."

Close your eyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora