- ¿QUIÉN ERA ELLA? -Al conectar mis ojos verdes con los ojos cafés de la morena que tenía enfrente, noté como el tiempo se detuvo. Los segundos dejaron de contar los minutos.
Las dos nos quedamos encaramadas, estableciendo aquél contacto de miradas que cada vez me hacía acelerar más el corazón. Retuve la respiración durante unos segundos, hasta convencerme a mí misma que era ella. Que aquello era real. Sentí un fuego avivando en mi interior, como si mi pecho ardiera en llamas.
De repente, una extraña mueca apareció en su delgado rostro. Una sonrisa se había dibujado en esos carnosos labios.
Aquella sonrisa... maldita sea. ¿Alguna vez has visto un atardecer en la playa? Pues, la misma calma, la misma magia, pero en su boca.
Ninguna dijo nada durante un buen rato. Camila fue la primera en romper el silencio.
— M-me gusta tu camiseta... mmm, no... la sudadera. — Se tapó la cara con la mano, avergonzada de la estupidez que acababa de decir. — Lo siento. — Al final acabé sonriendo yo también. — Quería decir que me gusta tu sudadera. Veo que aún no la has tirado. — Una risa nerviosa salió desde el fondo de su garganta.
"¿Aún no la he tirado? ¿Me la regaló ella cuando estaba en coma?"
Y de nuevo, silencio. No podía gesticular palabra. Pero si podía moverme. Un fuerte impulso se apoderó de todo mi ser. Rápidamente cerré los pocos metros que nos separaban y rodeé mis brazos en su cuello. El olor de su cuero cabelludo taponaba mis fosas nasales. Era una mezcla de vainilla y coco. Lo extraño de aquel olor era que se me hacía familiar.
"¿Dónde he olido antes este exquisito aroma?"
Ese era mi subconsciente gritándome a gritos que recordara.
Estaba jadeando en su oído. Lo más seguro es que estuviera asfixiandola por la fuerza con la que apretaba. Aunque en ningún momento escuché que se quejara de dolor o algo parecido. En cambio, ella se pegó más a mí y acarició mi espalda. Me sentía tan bien entre sus brazos. Tan segura, tan querida.
Al separarme de su cuerpo pude ver que sus mejillas habían obtenido un color carmesí. Estaba ruborizada.
"¿Camila sonrojada? Creo que a mi corazón le va a dar un paro cardíaco. Es demasiado hermosa."
— Preciosa... — Susurre perpleja.
— ¿Qué? — Por suerte Camila no me escucho. O eso creí.
— Nada, solo... No sabes lo feliz que estoy en este momento. — Sonreí como una estúpida mientras grababa en mi mente cada centímetro de su bello rostro.
— ¿Y qué te hace tan feliz? — Preguntó con un tono inocente. Esa chica inocente era adorable, incluso al formular una frase. Una maldita frase.
— Tú. — Solté sin más, encogiendome de hombros al decir la palabra.
Y otra vez, el color carmesí pintaron las mejillas de la chica que tenía delante. Tras esa dulce voz había una chica morena, de tez aceitunada y con los ojos más profundos que antes haya mirado.
Dije que estaba equivocada. Lo dije.
— ¿Qué haces aquí? — Dijo bajando la mirada, nerviosa.
— Estoy aquí porque te estaba buscando. — No sabía cómo se iba a tomar aquello que le dije, pero Camila parecía absorta ante mis palabras.
"Espera... ¿está mirando mis labios?"
La morena nunca fue buena disimulando sus actos.
— C-Camila... — Dije nerviosa. — Eh, Camila ¿me estás escuchando? — Que irónico lo que dije.
La morena tardó unos segundos en salir del trance. Agitó su cabeza, pasó su lengua por su labio superior y esbozó una tímida sonrisa. Esa chica no paraba de sonreír.
— Lo siento. Es que me había perdido en esa galaxia que tienes por ojos.
Tragué saliva. No me esperaba para nada el que me fuera a contestar de aquella manera. Me tomó por sorpresa. Definitivamente.
— Emm... — "Venga piensa. ¡Di algo idiota!" — Gracias. — "¿¡Gracias!? ¿¡Enserio!?"
Aún seguía sonriendo, a unos cuantos centímetros de mi cara.
Tan solo quería acercarme a ella y unir sus carnosos y rosados labios con los míos. Sentir su respiración acelerarse por cada beso, por cada caricia. Enredar mis dedos en su largo y ondulado pelo moreno. Agarrarla de la cintura y acercarla a mi cuerpo, uniendo mi calor al suyo. Todo sería tan excitante e increíble.
Y realmente lo era.
Pero era incapaz de hacer tal cosa. Por mucho que lo deseara.
— ¿Dónde estabas? No te vi cuando desperté...
Aquella mágica burbuja que se había formado entre Camilla y yo, se rompió al formular esas frías palabras. Y dolorosas, sobretodo dolorosas. Al despertarme era cierto que no fue a ella a quién vi primero, pero supuse que vendría a verme más tarde. Algo que nunca hizo.
Tuvo sus buenos motivos.
— Lauren, perdoname. Creeme cuando digo que esa no era mi intención. Pero se me hizo difícil el ir a visitarte. — En sus profundos ojos cafés se podía ver la culpa reflejada en ellos.
Ella realmente lo sentía.
— Tranquila. No hace falta que te disculpes. — Apoyé mi mano en su hombro, intentado tranquilizarla.
— Me reconforta verte bien Lauren. — Una capa cristalina apareció en sus ojos. — Pero sobre todo, me reconforta ver que no me has olvidado. — Su voz sonaba rota.
Lamenté tanto el que tuviéramos aquella conversación.
— Gracias por cuidar de mí cuando estaba en coma.
— ¿Cómo sabes eso? — Dijo casi en un susurro. Una amplia sonrisa se expandió por toda mi cara.
— Te escuchaba. — Su cara parecía sorprendida. — Los libros, las canciones. — Muy sorprendida. — Te prometo no olvidarme nunca de aquello.
Ahora no era de sorpresa. Era neutra. No había vida alguna. Sus ojos estaban fijos en mí. Un extraño escalofrío recorrió toda mi espina dorsal.
Algo iba mal. Lo notaba.
— Di mi nombre completo. — Dijo de repente Camila, con una voz dura.
Nunca antes había escuchado ese tono en ella, y la verdad es que no me gustaba.
— Me estas asustando. — Tragué saliva.
— Dilo. — Repitió con el mismo tono de voz.
"¿A qué venía este cambio de humor tan repentino?"
Aquello le dolió tanto a la morena. Ojalá hubiera sido capaz de decir su nombre.
— Camila. — No sabía que era lo que estaba pasando. — Ese es tu nombre, ¿no? — Me estaba poniendo cada vez más nerviosa e incómoda.
Su reacción me destruyó por dentro. Una lágrima se resbalaba por su mejilla. Abrió su boca pero no dijo nada.
— ¿Qué pasa? ¿Por qué estás llorando? — Dije las dos preguntas demasiado rápido. Me quedé sin aliento.
— No me recuerdas. Eso es lo que pasa.
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Close your eyes
Fiksi PenggemarTras despertarse del coma, Lauren, no recuerda nada de los últimos cuatro años. Aquel accidente automovilístico la marcó para toda su vida. Mientras ella estaba inducida por el coma, era consciente de la dulce voz que le hablaba todos los días. Per...