Capítulo Tres: Emociones

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JUDAH

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JUDAH

Todo a mi alrededor comienza a tener sentido una vez más, mi corazón no dejando de latir a mil por segundo, como si quisiese salirse de mi pecho. Entreabro la boca, pero las palabras se quedan atoradas en mi garganta, no queriendo salir de ella. Mis ojos hacen una revisión del lugar rápidamente, deduciendo que estoy en una habitación del hospital. ¿Por qué estoy aquí?

La cabeza me quiere estallar de tantos aparatos conectados en mi cuerpo. A lo que visualizo a un hombre de espaldas conversando por teléfono. Tan solo me basta con ver su gran y formado cuerpo para saber de quién se trata, y quiero llamar su atención para que se dé cuenta que estoy aquí, no pudiendo articular ni una sola palabra por más que quiera. Mi respiración comienza a acelerarse al igual que los latidos cardiacos, los cuales son escuchados en la máquina que tengo conectada.

El sonido de los latidos se hace cada vez más fuerte, a lo que trato de quitarme las jeringas conectadas a mis brazos, al igual que la cánula que me han puesto. Escucho un alto jadeo, pero me encuentro concentrado en mi misión de quitarme estas cosas de encima, ya que me provocan ansiedad. Mi campo de visión se vuelve borroso por unos segundos, pero parpadeo varias veces esperando a que se tranquilice.

—¡Oh mi jodido Dios! —Subo la mirada encontrándome con sus ojos —. ¡Oh joder! 

—¿Q-Qué estoy haciendo aquí? —abro los ojos cuando las palabras consiguen dejar mi boca. Frunzo el ceño tratando de averiguar qué día es —. ¿Q-Qué ha sucedido?

—¡Enfermera! ¡Enfermera! —Se acerca a mí después de gritarle a alguien que venga a la habitación. Se sienta a mi lado mirándome con determinación —. ¿Te acuerdas de quién soy?

—Hache, por supuesto que sí —respondo, acariciando mis manos —. ¿Dónde estamos? ¿Por qué estoy...?

—Hache, ¿por qué demonios haces tanto escándalo? —Parpadeo al ver a mi mejor amiga delante de mí, ella ahogando un grito al verme —. ¡Judah!

—Natalie, ¿por qué estoy aquí? ¿Qué sucede? —pregunto, comenzando a desesperarme. 

Ella me mira mientras varias lágrimas comienzan a hacer su recorrido por sus sonrojadas mejillas. Frunzo el ceño, ya que no entiendo el por qué demonios está llorando cuando no hay nadie por quién llorar. Se acerca corriendo a mí y me rodea con sus brazos demasiado fuerte, llena de amor y de alivio. Mi mirada se clava en la de mi mejor amigo, mirándole con mis ojos llenos de preguntas y de dudas. Un doctor entra a la habitación con dos enfermeras empezando a atenderme, preguntándome cómo me siento y se me encuentro estable físicamente.

Hago una mueca cuando la ajuga entra en mi hombro, el líquido apoderándose de mis músculos. Mis ojos se nublan gracias al suero que tiene, relajando cada una de mis extremidades. Muerdo mi labio inferior, golpeándome en el interior ya que necesito estar despierto. Necesito tener mis ojos abiertos para conseguir las respuestas que tanto anhelo saber. Mi cabeza está hecha todo un revoltijo, no pudiendo conectar las piezas del gran y dificultoso rompecabezas. 

Estando a tu lado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora