Capítulo Doce: Solo Mía

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JUDAH

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JUDAH

Muerdo mi labio inferior al apreciar su bello cuerpo lleno de manchas rosadas, cada una de ellas en un lugar especial, marcadas por mi boca. Entre sus pechos, su cuello y muslos, los pequeños chupetones adornan su cremosa piel. Sus dedos acarician las zonas, su mirada conectándose con la mía a través del espejo. Le ofrezco una pícara sonrisa, sus mejillas sonrojándose.

—Te ves hermosa —le comento en un susurro cuando se acerca al borde de la cama. Gateo desnudo y me apoyo sobre mis rodillas, mis manos colándose en su cintura. Hago un camino de besos desde el hueso de su cadera hasta el comienzo de su seno izquierdo —. Y mía, solo mía —le recuerdo, raspando su piel ligeramente con mis dientes, provocando que un pequeño suspiro se escape de sus labios.

Mi mano izquierda sube hasta su rostro, acercándolo al mío. Mis labios encuentran los suyos después de haberlos rozado por varios segundos, torturándola a mi antojo. Mis brazos rodean su cuerpo, pegándola a mí sin tener un solo centímetro separándonos. Mi lengua encuentra la suya de la misma manera en que mis dientes aprisionan su labio inferior. Puede que sea una de las situaciones más eróticas que alguna vez haya experimentado, porque no tiene ni la más mínima idea de lo mucho que me ha hecho desearla al verla admirando el rastro de mis labios en su cuerpo.

Piel contra piel, labios con los labios y cuerpo contra cuerpo. Ambos hacemos el amor una vez más, teniendo como testigo al resplandeciente sol, aquel amigo que jamás revelará nuestros más íntimos secretos y nos ofrece su luz para amarnos plenamente sin barreras. Su delicado cuerpo termina entre mis piernas, su espalda pegada a mi pecho mientras que mis manos acarician sus brazos, mi boca no deteniéndose en ningún momento al dejar delicados besos húmedos sobre su deliciosa piel.

—Te amo —me susurra cuando escondo mi rostro en el hueco de su cuello.

—Te amo —repito, aferrándola más a mi cuerpo, teniendo miedo de que se vuelva a alejar mucho más de mí —. Será mejor que te prepares, amor mío —le digo soltando una carcajada.

—¿Por?

—Porque todas las noches pienso colarme en tu habitación y hacerte el amor como un loco desenfrenado —susurro en su oído, observando como sonríe enamorada ante mi comentario.

Ambos salimos de la cama y me pide dejarle cambiarse con la mirada, pero niego con la cabeza y le observo tender la cama desnuda. Una vez que está lista, me acerco a ella y le rodeo con mis brazos, volviendo a tumbarnos entre risas. Sus manos acarician mi rostro mientras que yo hago lo mismo con el suyo utilizando mi nariz. La amo, Dios mío, no tiene idea de cuánto lo hago.

Después de diez minutos de estar rogándome, le permito que se cambie solamente con mi camiseta y un bóxer para mujeres. Recojo mi pantalón del suelo y me lo pongo sin usar ropa interior, la cual coloco en la cesta de la ropa sucia. Me echo a su lado sin decir mucho más y le rodeo con mi brazo derecho, sintiendo como mis párpados empiezan a ceder gracias a haber estado despierto toda la noche. Toda la noche le he hecho el amor como nunca nadie se lo hará.

Estando a tu lado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora