Capítulo Cinco: Papá

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JUDAH

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JUDAH

Sonrío involuntariamente cuando después de haber tenido el reencuentro más emotivo con mi mejor amigo, aquella luz de sol aparece en el salón, ofreciéndoles a esa gran sonrisa mientras que su rubio cabello resplandece con cada movimiento que mueve su cabeza. Es como si un rayo de sol estuviese siendo reflejado en ella con cada paso que da, siendo la luz que necesito en mi propia oscuridad. 

Ladeo la cabeza cuando sus ojos azules se encuentran con los míos, las comisuras de mis labios subiendo en una sonrisa, mostrándole lo mucho que la amo a pesar de que ella no tiene ni idea de quién soy yo. Mi corazón se oprime, disparando miles de emociones alrededor de la habitación, cuando ella sonríe de vuelta. Por un momento es como si solo existiésemos ambos, los demás quedando afuera de mi conocimiento, y si tuviese la oportunidad de congelar este momento, lo haría.

—Mi caracola, ¿quieres una galleta? —Mi burbuja se rompe en diminutas partículas cuando él aparece, acercándose a ella y tocándola. 

Quiero que aleje sus sucias manos de ella, ahora. El aire se retiene en mis pulmones, las cienes comenzando a presionar en mis costados, indicándome que el nivel de ira que estoy sintiendo aumenta con cada segundo que transcurre. Su vestido rojo vuela por unos centímetros cuando gira sobre sus talones para rodearle con sus brazos antes de tomar el dulce, y es en ese momento en el que me percato de que mis manos se han vuelto dos firmes puños a los costados de mis caderas. 

Parpadeo varias veces cuando otra pequeña se aparece en mi campo visual. Su largo y rizado cabello castaño cae por sus hombros tocando el delicado vestido azul marino que lleva puesto. Su rostro gira, de tal manera que puede verme y ofrecerme una sonrisa. Siento que me falta el aire cuando lo hace, ya que puedo ver el rostro de mi mejor amiga en ella, pero sus ojos son nada más que los de Hache. 

—Kaia, ven a saludar a tu tío —le dice mi amigo, a lo que la pequeña de ojos miel viene corriendo hacia nosotros —. Judah, ella es mi pequeña latina.

—Hola tío. —Río entre dientes cuando escucho su delicada pero baja voz, indicándome de que se encuentra algo tímida. Beso su mejilla, provocando que ambas se tiñan de un color rojo carmesí.

—Hola princesa —le susurro, guiñándole un ojo. Regresa a su lugar con los otros niños y le ofrezco una sonrisa a mi mejor amigo —. Pero si es igual a Natalie.

—Sí, pero con mi mirada —replica Hache, sonriendo en la dirección en donde se encuentra su pequeña. Se da cuenta que mi mirada está clavada en el imbécil al lado de mi hija —. Tengo una idea —murmura, a lo que arqueo una de mis cejas —. Matthew, ¿crees que puedas ir a la cocina por unos anteojos que dejé ahí?

Río entre dientes cuando él asiente amablemente. Si en realidad prestase atención a las personas a su alrededor, sabría que mi mejor amigo no usa gafas. Sin más preámbulos, camino en la dirección en la que se ha ido, apreciando como los ojos de la melliza se abren al darse cuenta de la emboscada, pero ya es demasiado tarde para impedirme entrar a la cocina. 

Estando a tu lado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora