Capítulo Ocho: Somos Uno

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KHALESSI

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KHALESSI

Le ofrezco una pequeña sonrisa cuando se aleja de mis labios, él juntando nuestras frentes sin dejar de mirarnos a los ojos. Cierro estos cuando deposita delicados besos sobre todo mi rostro alternadamente, sus manos subiendo mi camiseta hasta deshacerse de ella. Mi corazón late con fuerza en mi pecho y me repito mil veces que esto está mucho más que mal, que es un acto prohibido el cual no deberíamos realizar. Pero si es malévolo, ¿por qué se siente tan bien al estar a su lado?

Muerdo mi labio inferior cuando lleva sus manos a mi rostro, acariciando con sus nudillos y ocasionando que miles de corrientes eléctricas recorran mi espina dorsal. Sonrío cuando acerca su nariz a mi mejilla, rozando aquella zona. Las comisuras de sus labios suben haciéndome estremecer entre sus brazos.

Subo mis manos y él las toma entre las suyas, llevándolas delicadamente a su torso para que comience a desabotonar los botoncillos plateados que su camisa posee. Alzo la mirada para hacer contacto visual, y lo encuentro con sus ojos clavados en mí. Me deshago de la prenda sin dejar de mirarle, no queriendo volver a dejar de hacerlo por mucho tiempo.

Sus manos viajan hasta mi pantalón, poco a poco agachándose para quitármelo sin dejar de mirarme. Mi boca se encuentra ligeramente abierta por la sensación que sus dedos rozando mi piel me provoca, él sonriendo al notarlo.

Me ofrece una ligera sonrisa desde su posición, para luego levantarse aun con ella en su rostro. Mis brazos se dirigen a su cuello por instinto, acercándole más a mi cuerpo. Mi frente se junta con la suya y mis manos acarician las suaves hebras de su cenizo cabello. Sus manos acarician mis brazos con miedo, esperando a que lo detenga.

Mis labios encuentran los suyos y puedo jurar que un inexplicable calor me recorre todo el cuerpo, haciéndome sentir tranquila después de mucho tiempo. Sus fuertes brazos me rodean tratando de que no exista ningún centímetro que nos separe del otro; tiro con delicadeza de su cabello para poder mirarle a los ojos. Esos hermosos azulejos que me han dejado hipnotizada desde que tengo uso de memoria.

Sonríe al igual que yo, mis manos bajando poco a poco para terminar entrelazadas con las suyas. Nuestras narices se rozan y por un momento es como si el tiempo no hubiese pasado, como si nunca nos hubiésemos separado desde un comienzo. Y caigo en la cuenta de ello cuando sus besos recorren cada centímetro de mi piel, tratando de recordarme el por qué no le he podido sacar de mi corazón después de tanto tiempo.

Mis manos acarician su espalda mientras que las suyas se encuentran a ambos costados de mi cabeza. Me hace suya con suma delicadeza provocando que miles de emociones se disparen alrededor de la habitación, la cual se encuentra en completo silencio siendo acompañada por nada más que mis suspiros y los suyos.

Tiro de su labio inferior con mis dientes, apreciando como quiere reír ante ello. Pensé que todos estos años había estado haciendo este mismo acto de sentimiento al lado de mi actual pareja, pero aquello no tiene ningún tipo de comparación con lo que hacemos Judah y yo. Es como si nuestros cuerpos destellaran amor puro al estar juntos, completamente unidos y con el solo propósito de mostrarle al otro nuestros sentimientos. No hay necesidad de que me susurre que me ama, porque aquello lo sé demasiado bien con tan solo ver sus ojos. Ambos sí hacemos el amor.

Estando a tu lado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora