Capítulo Dieciséis: ¿Por qué?

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KHALESSI

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KHALESSI

Mi pequeña mariposa me ofrece una delicada sonrisa mientras es subida en brazos a su habitación por su padre, quien la abraza fuertemente diciéndole lo mucho que la ama, formando una escena demasiado adorable.

Les han dado de alta a los niños del hospital después de haber estado más de cuatro días internados, y como todos los análisis han dado positivos, les han dejado regresar a casa no sin antes darnos miles de medicinas para que ambos ingieran. Mi pequeña cae profundamente dormida después de unos minutos de estar conversando, su padre y yo cerrando la puerta de su habitación.

Ambos no hemos tenido mucho tiempo para hablar sobre lo sucedido en el hospital, no habiendo sido lo suficientemente valientes como para empezar una conversación sobre ello. Me duele, quema en mi corazón el pensar que la puede escoger a ella, dejándome completamente de lado.

Mi cuerpo tiembla del miedo, preguntándome qué demonios va a pasar entre nosotros ahora que existe una gran barrera dividiéndonos, una la cual él se está encargando de alimentar poco a poco, consumiéndonos por completo.

Solo necesito una señal, Dioses. Una muestra que me indique a gritos que continúe luchando, que persista en mi misión de volver a sentirlo completa y únicamente mío. Que, al mirar en sus ojos, solamente vea reflejado su amor por mí, no el sentimiento encontrado que posee por otra persona.

—Estaré en mi habitación, si algo... —Antes de que pueda finalizar mi oración, siento sus brazos rodearme desde atrás, acercándome más a su pecho —. Si necesitas algo no dudes en decirme —termino casi sin aliento.

Su respiración causa cosquillas en mi oído, sus dedos erizando cada bello de mi piel, provocando que miles de corrientes eléctricas recorran mi cuerpo de los pies a la cabeza. Cierro los ojos, pensando en lo bien que se siente estar entre sus brazos, sentirlo mío. Muerdo mi labio inferior al recordar que en realidad no lo es, no es solamente mío, también es de ella.

—Nada me hace falta —murmura, deslizando sus manos por mis brazos hasta encontrar las mías, entrelazando nuestros dedos —. No si te encuentras a mi lado.

Posa sus labios en mi cuello, dejando besos húmedos, formando una cadena de ellos. Su mano derecha baja se acomoda lentamente en mi vientre, sus dedos acariciando la suave tela de mi vestido veraniego. Siento sus dientes raspar la piel de mi espalda con delicadeza, teniendo acceso a ella ya que solamente unas simples tiras le cubren.

Dios mío, ¿por qué mi cuerpo actúa diferente a la que mi mente ordena? Las palabras se han quedado atoradas en mi garganta, no pudiendo articular ni una sola oración, permitiéndole así que continúe con lo que quiere hacer. Mis labios se secan al observar cómo se agacha, poniendo una rodilla en el suelo, subiendo su mirada para encontrar la mía.

—Pero sí quiero algo —me informa, su voz ronca. La excitación en sus pupilas le delata por completo —. Necesito algo desde hace días.

—¿A-Algo en lo que pueda ayudar? —pregunto nerviosa.

Estando a tu lado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora