¿De qué sirvió?

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Hace años, se alejó de Wadanohara para protegerla. Aceptó las acusaciones y el odio del mar entero solo para protegerla. Aceptó que tendría que ganarse el odio de ella misma, aceptó que jamás volvería al reino, aceptó que ya no tenía hogar. Aceptó un crimen que no cometió.

¿Y de qué sirvió? Se preguntó años, tantos años, después de la victoria del Mar muerto, que había hecho bien, ¿había protegido el Mar azul? ¿Protegido a la princesa Uomi? ¿Tarako? ¿Tatsumiya? ¿Pulmo y Helica? ¿Wadanohara...? Al final se supo la verdad, ¿pero para qué? Ni con las tropas de Totsusa se había logrado combatir el Mar muerto.

Ni con Fukami, Memoca y Dolphi había logrado proteger a Wadanohara. Ni con sus sacrificios, ni su buena voluntad. ¿Para qué sirvió entonces? Si al final fue incapaz de salvar a la persona que más amaba.

Pero era terco, Samekichi no se doblegó ante el Mar muerto, porque sabía que bajo esa asquerosa figura en la que Sal había transformado a Wadanohara, estaba la verdadera bruja. La inocente e ingenua bruja que amaba tocar la ocarina y hacerle favores a medio mundo. Si resistía lo suficiente, si aguantaba, quizás Wadanohara recapacitaría y volvería a ser la misma de antes.

¿Y eso de qué le sirvió? Tal como la primera vez, sus esfuerzos fueron mancillados por Sal y la misma bruja del mar. Tal como la primera vez, Samekichi se rindió y aceptó su destino; Wadanohara no volvería, el hermoso azul del mar había sido violentado de la misma manera que la bruja que lo protegía. Y ninguno volvería a ser como lo recordaba.

Aquellas veces Samekichi se rindió y aceptó lo que el destino tenía que darle, aceptó que no tenía cabida en la vida de Wadanohara nunca más, aceptó que moriría en las mazmorras abandonado. Pero, como en la invasión, no se lo permitieron.

Minami, el nombre retumbaba por su mente desde la primera vez que lo escuchó por parte del menor. Dijo, y reafirmaba en cada ocasión, que él era su padre. Decía que su madre, Wadanohara, lo había preferido a él para ser el padre de su hijo. ¿Podía confiar en el niño? En cualquier caso, no tenía razón para hacerlo o para no hacerlo. Pero había un algo, que los unía.

Se encariñó con el menor y el pensamiento de que, quizás, si era su hijo lo estaba sacando de aquel fondo donde quedo sumergido hace años. Pero tan pronto salió, se dio cuenta que el niño no era normal. Esos iris rojizos y brillantes eran idénticos a los ojos de Wadanohara; enfermos y enloquecidos. No había calma ni mucho menos amor, hay solo había soberbia y posesividad.

Y pensó, que si resistía podría ayudar a Minami ver que no era vida lo que tenía en el Mar muerto, quizás si era lo suficientemente fuerte podría salir de ahí con Minami y mostrarle lo que era la verdadera alegría y paz. Y entonces recordó, ¿de qué le sirvió pensar eso con Wadanohara? Nada cambió.

Minami quería a su padre, pero no quería al Samekichi que luchó por mantener a Wadanohara a salvo, no quería al tiburón que aceptó el crimen de alguien más y el odio de un mar entero. No, Minami no quería a aquel que podía dar la vida por Wadanohara. Minami quería un padre que se levantará contra Sal, que sirviera a la princesa Mikotsu, que disfrutase del Mar muerto.

Minami quería un padre que él pusiese moldear a su gusto y diversión. Y Samekichi se lo iba a dar.  



Brujo carmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora