Brujo carmesí

Cuero

Minami sonreía con orgullo y mostraba la chaqueta frente a su único espectador. Una pesada chaqueta de cuero negro con forro interno del mismo color, en el cuello contando con plumas azabaches que el menor se preguntaba de que ave eran porque eran increíblemente suaves. Sus brazos pesaban de solo cargarla y cuando se la colocó antes sintió la presión en todo su cuerpo.

La bajó y observó a Samekichi, aún recargado en la pared de piedra, aún con ojos muertos y aún en silencio. Pero su mirada fija en la chaqueta, ya que cuando Minami la bajó, el único ojo de Samekichi siguió la prenda. El brujo rio y se dejó la chaqueta en el suelo, sobre la bolsa de papel en la cual la había transportado.

—Es genial, ¿verdad? —. Comentó, mirando a su padre. —Es un regalo, papá. Cuando te saque de aquí podrás usarla—.

Había conseguido la chaqueta de manos de una orca que, curiosamente, no pertenecía al Mar muerto, pero que a cambió de unos cuantos favores se la dio. Quizás unos cuantos tiburones habían salido heridos o unos cuantos habitantes habrían muerto en el trato entre ambos, pero valía la pena; era mil veces mejor que la que Wadanohara le relató.

Se acercó y se sentó en el regazo del mayor, dejando que su cabeza descansara en el pecho de su padre. De nuevo mirando las rejas frente suyo. Nadie, ni siquiera su amada madre, sabían de los avances de Samekichi; ahora no sólo seguía las cosas con la vista, también había comenzado a comer y beber hace pocas semanas, incluso algunas heridas habían comenzado a cerrar solas.

—Mamá me preguntó que quiero de regalo—. Comenzó. —Este año no quiero nada, papá. Solo quiero que estés con mamá y conmigo—.

Se instaló el silencio, y Minami acostumbrado pretendía disfrutar de él. Pero el tintineó de cadenas no se lo permitió, era un sonido suave pero el eco lo potencializaba, curioso por decir lo menos,siguió el tintinear y observó como la mano derecha de Samekichi temblaba, sus dedos mostrando espasmos.